Capítulo 39

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Amarrada a tus cicatrices.

Claudia.

Mi mente está en una nube en este momento, siento el calor del cuerpo de Vincens que está recostado a mi lado completamente desnudo y solo puedo pensar en Alexander.

Completamente me he vuelto adicta a su cuerpo, no salía de mi cabeza en todo el momento de antes y solo soy capaz de pensar en que me va a matar si se entera.

Necesito sobrevivir y me da igual cómo hacerlo mientras pueda salir de aquí.

He seducido a hombres en innumerables operativos y e tenido todo tipo de contacto con ellos, esto no es más que otro objetivo del que tengo que escapar y mi misión es sacar a Ethan de aquí con vida.

No puedo correr debido al malestar de mi cuerpo, necesito una distracción para huir y neutralizarlo para que no me persiga. Sacar tiempo para poder recomponerme y vestirme, si se enfurece no podré lograrlo y volverá a atarme en la cama.

Joder otra vez no.

El barco se ha parado y es mi oportunidad para hacer lo qué haga falta.

No está dormido, su respiración y suspiros me hace saber que su cabeza está pensando tanto como la mía y solo se me ocurre una cosa en estos momentos de tensión.

Me doy la vuelta lentamente apoyando mi cabeza en su pecho y siento como su cuerpo se eriza debajo de mi, las cicatrices están por todo su torso y me apuesto lo que sea a que nunca a dejado que se las toquen.

La mujer qué estaba aquí teniendo sexo con el tenia los ojos vendados y las manos atadas, no dudo en qué le guste esa clase de juegos pero la mayor parte de porque lo hace así es para qué sus cicatrices no sean visibles.

Quiere apartarme pero me aferro más a él, está rígido y como un témpano de hielo no se mueve. Lo miro a sus ojos y su rostro es tan inexpresivo como las anteriores horas.

Traga saliva y se que voy por buen camino, con la yema de mis dedos recorro las cicatrices de su abdomen, se las acaricio cada una de ellas.

 - Para por favor - me suplica en un intento desesperado porque no le toque.

Pero no puede apartarse y se qué desde el momento en que me vio hay algo en mi que le hace descontrolarse, puede ser la excitación porque sea la asesina de su hermano o porque mis encantos hayan dado sus frutos.

 - ¿Puedo? - le pregunto inconscientemente.

No me responde solo se queda paralizado ante mi tacto, tiene más miedo a lo que puede hacerle sentir mi roce con su piel que lo que puedo hacer para matarlo.

Con la poca fuerza que me queda me subo encima de él sin que se lo espere, el deseo se abre paso por su rostro y la erección crece debajo de mi.

Mira con detalle mi cuerpo desnudo y yo acaricio cada una de las cicatrices de su cuerpo con pasión, me inclino y comienzo a besarle el torso muy lentamente.

Hago que me sienta y que vea que conmigo no tiene que ocultar lo que es, que cada una de sus imperfecciones me fascinan y no debe de sentir vergüenza de lo que es.

Agarra mis brazos con fuerza queriendo que pare pero sigo bajando hasta llegar a su abdomen, aquí son más profundas y grandes, las beso con dulzura y reconfortando cada parte de su interior.

Jadea y le gusta más de lo que estará dispuesto a admitir, porque mis besos acaban de estar donde nadie más ha conseguido llegar. La presa se ha convertido en el cazador y el poder que tengo sobre él no hace más que asustarle.

Paso mis labios por cada centímetro de su enorme cuerpo, sus músculos están contraídos y las venas de los brazos son cada vez más notorias por la presión de agarrarme.

Pequeña AsesinaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin