09

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Lua.

Seattle.

Uno de los hombres abrió la puerta del despacho dejándome ver a Gerard vistiendo un traje de su sastre personal de color negro que le quedaba totalmente a la medida, cada músculo de mi cuerpo se tenso cuando se dio la vuelta dejándome apreciar la gran cicatriz que le cruzaba la mitad de la cara.

Elevé el mentón cuando comenzó a analizarme esperando encontrar alguna señal de miedo pero no encontró algo que no tenía, no le temía, ya me había mostrado su peor cara.

—Te pareces tanto a Esmeralda.—sus labios adoptaron una sonrisa nostálgica que solo me hizo enfurecer.

—No te atrevas a mencionar su nombre.—advertí.

—Te pareces tanto a ella.—susurró con adoración.

—Suenas como si la hubieses adorado.—dije entre dientes.

—Lo hacía, la adoraba.—su voz sonó sincera pero solo era otro de sus trucos.

—No matas a quien adoras.—apreté mis manos con fuerza.

—Tampoco engañas a quien te dio la mano.—su semblante se oscureció.

—Ella jamás te engaño.—dije con firmeza.

—Eras pequeña cuando eso sucedió, no podrías recordarlo.—quiso meterse en mi mente.

—Te equivocas, lo recuerdo todo.—di un paso hacía él con determinación— Absolutamente todo.

Su mirada era fría.

—No te importo dejar a tus hijas sin madre.—logre ocultar el dolor en mi voz.

Tenso su mandíbula.

—No te importo dejarnos en la calle a nuestra suerte.—me acerque más a él.

Su pecho subía y baja con irregularidad.

—No te importa nada que no seas solo tú.—dije cuando estuve a centímetros de él— ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué has regresado?

—Cuida como me hablas.—advirtió entre dientes.

—¿O qué?—lo desafíe— No te tengo miedo, Gerard.

—Deberías.

Por el rabadillo de mi ojo mire como uno de sus guardaespaldas se acercaba a mí, volví mi mirada a Gerard.

—¿Es acaso una amenaza?—mi voz salió ronca.

—Tómalo como quieras, Lua.—el hombre se detuvo cuando Gerard se lo indicó con un movimiento de mano— Pero te voy a aconsejar algo...

Dió un paso hacía atrás rompiendo el contacto visual que teníamos, comenzó a rondar a mi alrededor.

—Cuida siempre tu espalda.—a pesar de no estar viendolo pude sentir como me estaba apuntando con su arma— Tal vez el corazón sea débil pero soy un hombre de sangre fría.

Hizo eco el sonido que generaba la arma cuando le quitabas el seguro para disparar.

—Malheureusement nous avons le même sang.—dije antes de girarme y doblarle la muñeca de un movimiento haciendo que soltará el arma.

Por desgracia tenemos la misma sangre.

Me agache con rapidez tomando el arma para apuntarle a Gerard que sonreía con satisfacción, no me interesó que los otros dos hombres me estuvieran apuntando esperando la orden para terminar conmigo.

—¿Sophie sabe sobre esto?—dijo con cinismo.

—No te atrevas a mencionarla.—me acerque a él.

—Le encantara saber.

Sabía lo que hacía, me estaba provocando.

—Cierra la boca.—apreté mi agarre alrededor del arma.

Soltó una risa que hizo que la sangre se me calentará.

—No voy a permitir que te acerques a ella.—coloque el cañón en su mentón.

Bajo su mirada y una asquerosa sonrisa se adueñó de sus labios.

—Appuyez sur la gâchette et en finir avec ça.

Tira del gatillo y termina con esto.

Quería hacerlo pero no era la decisión más sabia teniendo a otros dos hombres apuntandome con sus armas.

—Si tu t'approches d'elle ça ne me dérangera pas de te tuer.—amenacé dejando caer mi brazo con el arma.

Si te acercas a ella no me va a importar matarte.

—No eres una asesina, Lua.—pude sentir la burla.

Detuve mi camino a la puerta del despacho.

—No pero no me importaría convertirme en una para deshacerme de ti.—lo mire sobre mi hombro antes de salir del despacho.

Tenía los minutos contados, sabía que aunque lo había ocultado lo había hecho enfurecer y sería cuestión de nada para que mandará a sus hombres por mí.

Debía encontrar a David.

Criminal. ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora