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- Cuenta - Una palmada en mi glúteo derecho me hace gritar.

- Uno, lo siento - Digo a regañadientes, entre los labios, otra palmada aterriza en mi glúteo izquierdo.

- Yo también haría lo mismo cielo, solo que primero dejaría que me corriera para morir en paz - Otra de sus palmas aterriza, para seguir contando.

Del cero al cincuenta, durante toda la noche, para mi fue imposible sentarme correctamente después de eso; al día siguiente desperté con dos grandes cuerpos rodiandome, me estaba muriendo del calor corporal que emanaban.

Pero no podía salir de la cama, hasta que me desataran las manos, porqué si, su única manera para mantenerme quieta sin asesinar a ninguno fue atarme las muñecas con unos lazos finos de seda.

Ahora espero pacientemente que alguno de los tres se despierte.

Veo sus rostros aún cubiertos por un sueño largo, mi entrepierna duele un poco, para no decir mucho.

Las Damas entran a la habitación en sumo silencio me ayudan a desatarme y desaparezco de la cama para tomar un merecido baño, mi antigua habitación quedó en el olvido, por seguir las costumbres del Rey rojo, tanta es su influencia que me cambio mi guardarropa, por uno más elaborado, aún extraño los suaves vestidos de gaza y seda, con poca pedrería.

Las Damas entran a la habitación en sumo silencio me ayudan a desatarme y desaparezco de la cama para tomar un merecido baño, mi antigua habitación quedó en el olvido, por seguir las costumbres del Rey rojo, tanta es su influencia que me cambio mi...

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El Reino Alado 🪽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora