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Raian hizo girar las llaves en el dedo índice mientras volvía a su coche, silbando una melodía que había tenido metida en la cabeza durante todo el trabajo. Erioh lo había enviado a matar a un imbécil que había estado malversando dinero de la empresa de uno de los amigos más antiguos de Erioh, y Raian no podía estar menos intrigado.
El trabajo era fácil, ya que el objetivo no era más que un viejo. Un simple apretón de su mano había quebrado la frágil columna cervical del anciano, extinguiendo la última pizca de vida que le quedaba al tipo. No importaba, probablemente moriría en los próximos diez años. Pero por muy fácil que fuera el trabajo, era igual de largo. El objetivo rara vez trabajaba, dada su avanzada edad, y se tardaba una eternidad en saber cuándo se presentaría a trabajar. Raian tampoco era capaz de averiguar dónde vivía. No entendía cómo los ancianos podían ser tan escurridizos.
Sólo tengo que ir a informar al viejo Erioh y entonces podré volver a casa por fin. Raian gruñó para sus adentros mientras zigzagueaba entre el tráfico de camino a la aldea de Kure. Me pregunto cómo estará mi perra... La expresión de Raian se suavizó al pensar en volver a casa contigo después de haber estado fuera tanto tiempo por este trabajo. Probablemente nunca se acostumbraría a ser recibido con tanta emoción y cariño al volver a casa de un trabajo. En el fondo, le encantaba. Y en el fondo, te echaba cada vez más de menos a medida que pasaban los días sin verte. Apreciaba los mensajes cortos pero tiernos que le enviabas diciéndole que pensabas en él o que le echabas de menos, a veces incluso con una foto tuya bonita o sexy.
Quizá debería hacer algo bonito por ti. Ya que estaba de buen humor.
Se burló Raian mientras cerraba la puerta del coche de un portazo al llegar a un supermercado cualquiera. Perra tonta, haciéndome comprarle flores. ¿Por qué a las mujeres les gustan las flores? Son tan inútiles, ni siquiera pueden comerlas o usarlas como arma. Joder. Refunfuñó para sus adentros mientras cogía algunas flores, sabiendo ya exactamente qué tipo iba a coger, puesto que había tomado nota de los tipos de flores con los que te gustaba adornar la mesa de la cocina de casa. Podía ser observador cuando quería. Tiró algo de dinero al cajero y regresó a toda velocidad a su coche, en dirección a la aldea de Kure, para poder informar a Erioh y emprender el alegre camino hacia tus brazos.
── Se acabó, viejo ── Raian se apoyó en el marco de la puerta del despacho de Erioh, con una sonrisa perezosa en los labios, mientras observaba cómo su abuelo enarcaba las cejas, sorprendido.
── Me sorprende que hayas tardado tanto. Empezaba a preguntarme si por fin habías cabreado a alguien lo suficiente como para que te mataran ── Erioh soltó una carcajada al ver lo rápido que desapareció la sonrisa de Raian.
── ¿Matarme? ¿A mí? ── resopló Raian ── Sabes que no, viejo bastardo, nadie puede matarme ── Raian se enderezó una vez que recordó que tus flores descansaban en el asiento delantero de su coche, probablemente marchitándose bajo el sofocante calor de la tarde ── Ya me voy. Si necesitas algo más, no me busques ── Raian soltó una pequeña risa y giró sobre sus talones.
