❛ Rhaella Targaryen, la hermana de "la reina que nunca fue", jamás tuvo esa presión de la realeza sobre sus hombros, desde pequeña su unica certeza había sido pasar su tiempo volando y surcando los cielos, batallar para defender a su gente. Pero ya...
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❛ LOVE OR DUTY? ❜ ＿＿＿＿＿＿＿＿＿＿＿＿＿＿＿＿
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Los años son como arena, al principio crees que los has dominado pero luego se escapan entre tus dedos dejando rastros de molestia y nostalgia. Esa era la definición más cercana que Rhaella pudo encontrar a su realidad, diez años no eran poco, una década atrás era una persona pero en ese momento era otra. La princesa Rhaella de antes quería huir de King's Landing, la Rhaella actual había estado viviendo en la fortaleza roja durante años, trayendo al mundo a otros tres hijos, próximamente cuatro, y criando a cinco junto a su compañero.
Pero estaba tranquila, tanto que ya podía dormir durante noches enteras y no despertar con el sudor frío recorriendole la espalda. Podía levantarse fresca e incluso volar por las mañanas en el lomo de Myrgor, cepillar las nubes y dar vueltas sin preocupaciones.
—Madre. —Una voz angelical llegó a sus oídos, Rhaella apartó la vista del espejo tocador para mirar la entrada.
—Laenora... —La Targaryen se acercó inmediatamente a su hija más joven mientras acariciaba su vientre que ya estaba bastante grande, Daemon estaba en pijamas mirando por el balcón como acostumbraba a hacerlo antes de dormir, era su momento de paz pero cuando se trataba de la princesa Laenora poco le importaba lo demás. —¿Las pesadillas otra vez?
Un leve asentimiento por parte de la menor fue la única respuesta. Tenía el cabello sin peinar y la gruesa bata sobre su camisón puesto de forma bastante vaga, además al tocarle las mejillas podía sentir las lágrimas pero también una temperatura muy alta.
—Siete infiernos... está ardiendo de fiebre. —Le dijo la mujer a su esposo, quien sin decir ni una palabra avanzó a grandes zancadas hacia la puerta. —Tu padre irá a por el maestre, mientras ven y siéntate.
La dulce Laenora caminó despació y se sentó sobre la cama, respirando de forma regular mientras su madre buscaba un paño para limpiar el sudor de su frente. No era la primera vez que la niña de ocho años sufría de terrores nocturnos, pero en ese mismo año habían empeorado.
—Está despertando, madre... —Rhaella volvió a escuchar frases como esas y sin saber como responder simple abrazó a su hija mientras le peinaba el pálido cabello.
