Capítulo 4: El deseo de una esclava

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Me apresuré a hacer una reverencia.

—Su majestad—él hizo un ademán con la mano para indicarme que podía levantarme—. Disculpé mi indecente aspecto—dije tratando de cerrar la bata con ambas manos—, al parecer, he perdido mis ropas.

—Veo que ya te has instalado, María—me dijo él sin prestar atención a mis palabras.

—Así es, su majestad. Le agradezco infinitamente que me haya recibido en su casa y mucho más que eso, le agradezco estos aposentos.

—¿Te gustan? Quería unos más grandes para ti, pero me dijeron que era impropio.

—Estoy fascinada con ellos —giré mi vista a la ventana que daba vista al jardín de flores—. Desde aquí se puede respirar el relajante aroma del campo.

—Cuando me quede en tu casa—menciono el príncipe—, parecías muy emocionada porque la habitación que me diste tenía vista al bosque.

—Disfruto el campo, mi lord—respondí tratando de ocultar el tono carmesí de mis mejillas.

—Hiciste bien en irte antes del amanecer—pero el príncipe parecía querer que el calor me consumiera—, si no lo hubieras hecho, te habría robado ahí mismo y te habría traído arrastrando hasta aquí. Pero, Noom me recordó que soy un príncipe y debo actuar conforme a la norma.

—Lo entiendo, señor.

—¿Lo entiendes?

—Ya ha hecho bastante por mí con traerme a su hogar, impedir mi matrimonio y darme tanta comodidad. No necesita hacer nada más, porque con eso yo ya he recibido de usted más amabilidad de la que he recibido en toda mi vida.

—¿Qué significa eso?

—Significa que, entiendo que la razón por la que me trajo es porque se siente en deuda conmigo, pero no me debe nada. Yo, por mi parte, prometo hacer todo lo que pueda para no convertirme en una carga para usted.

La carcajada del príncipe casi me hace levantar la cabeza, pero tenía que recordar mi estatus inferior.

—¿Deuda? —se levantó en un solo movimiento y llego hasta mí, sostuvo mi rostro entre sus dedos y me obligo a levantarlo para ser atrapada en el hechizo de sus ojos— ¿Cómo te atreves? Yo soy un príncipe y tú una esclava. Tu lugar en la jerarquía es el penúltimo, solo por encima de los mendigos y los caballos, el mío roza el primero, solo superado por el rey y dios en persona. Arriesgar tu vida por salvar la mía no fue ningún favor de tu parte, era tu deber.

"Si te dije que te recompensaría es solo porque soy generoso. Pero el hecho de que haya prometido pagarte con una vida propia, no significa que yo tenga una deuda contigo, es solo una promesa.

"Y si te traje a este sitio y te he dado estos aposentos, lo he hecho para quedarme contigo, no para pagarte nada.

—¿Quedarse conmigo? ¿Cómo su esclava?

—Así es, tú aún eres una esclava, María.

—Lo sé. Y disculpe si me atrevo a preguntar, solo no entiendo entonces, ¿para qué me trajo? ¿Acaso no tiene suficientes esclavas? —pensaba que igual y si le proponía lo del convento, él accedería.

Pero las risas volvieron a llenar el ambiente.

El príncipe entonces me tomó por la cintura de una manera lujuriosa, juntó su frente a la mía y me susurro.

—Son para fregar pisos—luego me levanto de las caderas y me puso sobre la mesilla junto a la cama—, en cambio, tú...—sus labios entonces, encontraron su deseo y tomaron los míos en un beso— Tú eres una esclava para mi disfrute personal.

Único rey: De esclava de mi hermana a amante de su esposo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora