10. Un giro del destino

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Asher

Después de hablar con ella, regreso al salón y me dejo caer en el sofá, la única pieza de mobiliario en este espacio lúgubre que aún se mantiene medianamente intacta. Reflexiono sobre mis sentimientos por Luken, esta mezcla de emociones que me invade desde el primer momento. Me atrae de una manera que no llego a entender completamente, pero tampoco lo considero fuera de lo normal.

Corro las pesadas cortinas y miro por la ventana sucia que da al pequeño bosque que rodea la vieja mansión. Con mi objetivo claro, no puedo permitirme tener sentimientos por Luken. Él es un monstruo, al igual que Yasin Farra, y me he propuesto acabar con ambos para evitar que otros vivan lo que yo he sufrido, para que nadie más tenga que sufrir.

El sonido de golpes en el piso inferior me hace volver a la realidad. Salgo del salón a toda prisa y bajo las escaleras cuidando de no pisar los tablones sueltos que crujen bajo mis pies. Al abrir la puerta de la habitación del sótano, ella está allí, de pie, con un trozo de silla rota en sus manos, a punto de atravesarse el estómago con la pieza de madera afilada. Nuestros ojos se encuentran, y su mirada intensa me atraviesa, pero me esfuerzo por mantener la calma. No puedo permitirme vacilar ahora.

—No hagas eso, ángel —camino despacio hasta ella.

Ella me mira con sus ojos encantadores pero superficiales, con una falta de emocionalidad genuina. Está fingiendo para manipular la situación, sin embargo, su mirada delata la falta de autenticidad.

—¿Por qué haces esto? —pregunta con la voz calmada, aparentemente tranquila.

Tomo aire, tratando de mantener la calma, pero sus palabras se clavan en mí como espinas y el oxígeno no quiere volver a mis pulmones.

—Porque es necesario —respondo, más para convencerme a mí mismo que a ella.

Ella mantiene los ojos fijos en mí que reflejan un vacío interior igual al que está en mi interior. No puedo permitir que mis sentimientos interfieran con lo que debo hacer. Destruir a Yasin Farra y a todos los que tienen que ver con él es la única manera de cerrar este ciclo de dolor.

Con delicadeza, le quito el trozo de madera de las manos y lo lanzo al otro lado de la habitación. La ayudo a sentarse y me arrodillo frente a ella, sintiendo el frío del suelo a través de los pantalones. El olor a moho y a madera podrida impregna el aire y se me mete en la nariz. Intento que mis palabras sean un bálsamo, a pesar de que soy consciente de su manipulación.

—No hay otra manera, ángel —digo suavemente, tomando su cabello entre mis dedos.

Ella no aparta sus ojos negros de mí, y por un instante, recuerdo a la persona que solía ser antes de que el odio y la desesperación me consumieran. Su rostro se suaviza, y la manipulación en sus ojos se transforma en puro desinterés.

—No finjas que te preocupas por mí, bestia —susurra sin ninguna emoción. Una vez más, demuestra que está vacía por dentro—. Vas a matarme de todas formas —añade con una calma escalofriante. Es una verdad simple y directa, desprovista de drama o desesperación. No es un ultimátum ni una súplica. Es simplemente una realidad que conoce y acepta, de una manera u otra, y eso me produce una punzada de molestia en la boca del estómago.

Sus palabras desgarran cualquier fachada de compasión que intento construir. En este momento, esta mujer es solo un cascarón vacío y frío, una sombra de las emociones que alguna vez habitaron en su delicado cuerpo. Sus ojos no titubean, no muestran signos de rendición ni temor. Me contempla como si estuviera viendo una grotesca obra de teatro donde conoce cada línea y desenlace.

El silencio que sigue es abrumador, llenando el espacio entre nosotros. No hay redención posible aquí, tampoco hay lugar para la negociación. Solo la aceptación tranquila de lo inevitable mientras el destino se despliega como un juego de cartas que ya ha sido barajado.

La Habitación Oscura [+18] (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora