Capítulo 5

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Las semanas han pasado de forma lenta y tortuosa. Mis ganas de vivir son reducidas hasta casi no existir, y el echo de estar en el trabajo no ayuda.

Sigo esperando que alguna empresa me llame para avisarme de que quieren reunirse conmigo para discutir sobre mi solicitud de trabajo, pero mientras eso pasa permanezco en el mostrador hablando con Nanda hasta que alguna mesa nos llame o llegue alguien nuevo al lugar.

-¿No te ha llamado ninguna empresa? -me pregunta Nanda y arrugo un poco los labios en una sonrisa extraña, gesto que le da la respuesta-. Ya lo harán, Alba.

- Eso espero, Dávila. Eso quiero.

- Ya verás que si, y cuando seas la jefa de una empresa súper importante yo seré una de las pintoras más reconocidas del maldito país -dice y me hace sonreír.

Desde que ambas nos graduamos, yo de administración de empresas y ella de arte, ha estado maquinando ese futuro.

Ella vuelve al mostrador y yo continúo limpiando los vasos que tengo frente a mí. Agito mis manos al aire cuando termino para quitar el agua y la espuma aunque luego de igual modo me las seco.

Justo en ese momento Fernanda vuelve para decirme que alguien me busca en el mostrador.

Dejo los vasos en su lugar y me paso las manos por el delantal para secarlas bien y voy hacia el mostrador.

- ¿Qué pasa? -le pregunto a Fernanda.

- Hola a ti también- me dice alguien y volteo a ver.

Entrecierro un poco los ojos en su dirección tratando de ubicarlo hasta que lo reconozco, a el y a los otros que lo acompañan. Son los cuatro sujetos que estaban aquí con Adrien la última vez que vino.

- Hola... -digo con desconfianza y ne quedo callada cuando caigo en cuenta de que no me sé su nombre. El de ninguno de ellos en realidad.

- Tiago -responde-. Esta copia mal echa de mí es mi mellizo. Santiago -presenta a su hermano para luego mirar a los otros dos-. El es Henry y este de aquí es Brandon, y a Adrien supongo que ya lo conoces a pesar de que no esté aquí.

Tomo nota mental mientras busco alguna diferencia entre los pelinegros para saber cuál es cuál.

- Hola -les digo, posando mi vista en cada uno.

Fernanda me toca el hombro para llamar mi atención.

- Alba ¿Ya habías terminado allá atrás? -me pregunta Nanda y asiento.

- ¿Alba? -pregunta el rubio extrañado- ¿No te llamabas Sarai?

¿Cómo sabe mi nombre? No recuerdo habérselo.

- Me llamo así, de echo -afirmo-. Pero a Fernanda le gusta llamarme por mi apellido.

- ¿Sarai Alba?

- Si -me encojo de hombros.

- Nunca lo había escuchado. Es muy extraño, aunque muy bonito también.

- Gracias -le agradezco y escucho la campanita de la puerta anunciando que llegó alguien nuevo-. Si me disculpan.

Ellos asienten y me abren un pequeño espacio para que pueda reparar en la persona que entró.

- Hola -saluda la mujer y los cuatro hombres frente a mi se voltean.

- ¿Selena? -preguntan al unísono.

Ella se queda estática en su lugar, sin dar crédito a lo que ve.

- ¿Que desea? -pregunto para romper el incómodo silencio que se formó de repente y es cuando ella se acerca.

Dejar de brillar(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora