El centro de atención

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Después de salir de la mazmorra, exploramos el bosque y derrotamos a algunos monstruos. En esos momentos, estaba observando cómo mi grupo se las apañaba para eliminar unos cuantos goblins que encontramos en un pequeño campamento. Yo intentaba participar lo menos posible para dejarles subir experiencia y comprobar si habían mejorado.

Me quedé detrás del grupo y vi cómo Kevin usaba su escudo para detener el cuchillo de un goblin algo esmirriado. Después, el chico contraatacó con un movimiento rápido que casi lo parte por la mitad. A varios metros de distancia, vi a Kimberly lanzar varias flechas a sus enemigos y Dorian me sorprendió al clavar su lanza en la cabeza de un goblin bastante grande con el que pensé que necesitaría mi ayuda.

El chico sonrió y gritó con entusiasmo cuando subió al nivel 6.

—¡Sí, por fin! Trágate esa, cabronazo. —Acto seguido, pisó el torso del goblin con una de sus botas y procedió a desclavar la lanza.

—¡Oh, no es justo! ¿Has vuelto a subir? —se quejó Kimberly—. ¡Pero si yo he matado más goblins que tú!

—Pues debe ser que los míos son de mejor calidad.

Dorian se rio y siguió hablando con su compañera de forma animada. Parecía que todos se estaban adaptando bastante bien. Yo les había dado un par de consejos al principio, pero últimamente no parecían necesitar mi ayuda. Me agaché para inspeccionar el cadáver.

—No te olvides de quitarle el collar —dije señalando un colgante rústico hecho con un diente de lobo—. Este da 3 puntos de ataque.

—¡Ah, genial! —respondió el rubio agachándose junto a su víctima.

Los chicos registraron la zona para quedarse con cualquier cosa que resultara útil. De pronto, escuché un ruido y les hice guardar silencio.

—¿No oís nada raro?

—¿Los pájaros? —preguntó Dorian al cabo de un rato.

—Por si no te has dado cuenta, nosotros no tenemos superoído de murciélago como tú —me dijo Kevin con un poco de envidia.

Aquello era cierto. Mis sentidos eran mucho más agudos cuando estaba fusionado con Kuro. Volví a escuchar un gimoteo suave.

—Creo que viene de ahí —señalé un punto del bosque y caminé varios metros.

En realidad, Kuro solo me estaba prestando la mitad de sus estadísticas en esos momentos, porque había aprendido una habilidad que le permitía dormir mientras estaba fusionado. Hacía rato que se había quedado dormido en mi interior y mis facciones de vampiro se habían suavizado bastante hasta casi parecer normal.

Seguí el ruido y encontré una jaula de madera escondida detrás de unos matorrales. Dentro había dos cachorros de lobo.

—¡Oh, pobrecitos! ¿Pero qué hacen aquí escondidos en medio de la nada? —preguntó Kimberly extrañada. Yo me agaché para abrir la jaula con uno de mis cuchillos.

—Frank me dijo que algunos Goblins suelen montar lobos gigantes. Deben haberlos cazado para criarlos como monturas.

—¿Eso significa que podemos quedárnoslos? —preguntó Kimberly entusiasmada.

—Supongo que sí.

Le tendí uno de los cachorros y ella lo sujetó como un bebé. Enseguida me dio la impresión de que se llevarían bien.

—El problema es que no vamos a poder cuidar de ellos mientras luchamos —les dije pensando qué hacer a continuación—. Tal vez sería mejor regresar a la aldea.

Al final, optamos por descansar un rato y alimentar a los cachorros. Kimberly había traído consigo varias tortillas que había hecho para subir su nivel de cocina. Aprovechamos para desayunar todos juntos.

La Torre de los ValientesDove le storie prendono vita. Scoprilo ora