19. Estoy aquí

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—¿Por qué estás tan nervioso? –le pregunté a Pablo. Puse mi mano encima de su pierna, ya que no paraba de moverla. —Has cenado con mi familia un millón de veces.

—No lo sé, perdón. Es que supongo que ahora que...–se calló y miró al conductor del taxi que habíamos pedido. Yo miré al espejo retrovisor y vi que nos estaba mirando con mucha curiosidad. Decidí apartar mi mano de su pierna y solté un suspiro frustrado. —...que las cosas son diferentes pues no sé, igual nos sentimos raros.

Me paré a pensarlo un momento. —No creo que eso pase, am– iba a llamarlo amor pero entonces recordé dónde estábamos. —Amigo.

Pablo soltó una pequeña risa escondida en un suspiro y giró su cara mirando hacia la ventana apretando los labios para intentar no reírse más. Yo me puse rojo de la vergüenza.
A ver, el taxista no parecía experto en español, pero si nos entendía y además nos había contado que tenía hijos en España, así que tampoco iba a fiarme.

—Bueno, ¡que va a ser una cena normal! –exclamé ya agobiado yo también por la situación. Me había contagiado los nervios. —Además, ellos no saben nada de...nuestra situación.

—Sí, es verdad. –respondió el algo más tranquilo.

—Pero quiero contárselo.

—¿Enserio? –me miró con los ojos abiertos, sorprendido. Asentí con la cabeza. —¿Hoy? ¿Un día antes de tu cumpleaños?

—Em, pues sí. Me apetece que lo sepan. –respondí sin darle mucha importancia. —¿Te parece bien?

Pablo giró su cuerpo hacia mi y se recostó en el asiento. Me miraba con ojos tiernos. —Claro que me parece bien. Quiero que se lo cuentes a las personas más importantes de tu vida, y se lo importante que es tu familia para ti.

Le sonreí de vuelta tras sus palabras. Si el taxista cotilla no hubiese estado, le habría plantado un buen beso a mi novio en ese momento.

Tras unos minutos, llegamos al restaurante donde habíamos quedado con mis padres y mi hermano, que ya habían llegado y nos estaban esperando fuera. Fernando al vernos, levantó la mano y se acercó a saludarnos. Mis padres se giraron para encontrarnos. Estaban muy contentos.

—¡Ay, cariño! –me saludó mi madre agarrándome fuerte en un abrazo cargado de amor. —Mi niño, que guapo estás.

—Hola, mami. –la saludé sonriendo. Inspiré su aroma en el cálido abrazo y me recordó a mi hogar. Me entró una sensación de nostalgia. Para mí lo más duro de ser futbolista era estar alejado tanto tiempo de mi familia. —¿Cómo están?

—Extrañándote mucho, ya sabes. –respondió. Los dos soltamos una pequeña risa y nos separamos. Mi madre dejó un beso en mi mejilla.

Por el rabillo del ojo pude ver como mi padre abrazaba a Pablo y como se ponían a hablar. Mi pecho se sintió caliente.

—¡Pablo! –exclamó cuando se acercó a los demás. —¡Qué guapo estás!

Abrazó al sevillano contenta y mi padre se acercó a mi para saludarme también.

—¡Hola, pa! –le dije dándole un pequeño beso en la cabeza.

—Hola hijo, ¿como estás?

—Bien, bien. Con hambre. –le dije haciéndolo reír.

—Ustedes dos son igualitos. –dijo mi madre uniéndose a nosotros después de haberle dicho a Pablo lo guapo que estaba cincuenta veces.

Lo miré un segundo y vi que estaba con una gran sonrisa y algo rojo. Estaba vergonzoso y me mordí el labio conteniendo las ganas que tenía de lanzarme a besarle esos morritos tan adorables que ponía.

A Sky Full of Stars ; Pedri & GaviWhere stories live. Discover now