Amar puede doler, espera a que vuelva a casa

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Era su fecha de aniversario

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Era su fecha de aniversario.

Ya llevaban un año en aquella hermosa relación, y habían decidido celebrarlo.

Lando olía entre sus manos aquellas margaritas que le había regalado su novio, él cual ahora mismo se dedicaba a observar aquel hermoso cuadro protagonizado por el británico, a la luz del ocaso en aquella tarde de mayo.

Dejaban que la brisa fresca los arrullara mientras se acompañaban con sus manos entrelazadas, disfrutando de un cómodo silencio que se llenaba con las conversaciones que mantenían entre aquellas miradas que solo ellos dos sabían darse.

Eran felices. Como nunca lo habían sido antes.

Lando podía asegurar que nunca había amado a alguien con tanta intensidad.

Y Carlos podía asegurar que no quería pasar el resto de su vida con alguien más que no fuera el chico a su lado.

Entonces Lando se levantó y se dirigió a su pequeña mochila donde llevaba su portadora de recuerdos y de momentos, y que acomodo entre el prado enfocando hacia el horizonte.

Se dirigió a Carlos que ya se encontraba de pie y lo tomó de las manos para lentamente inclinarse y depositar sobre sus labios un suave y dulce beso que dejaba en evidencia su profundo amor, y que la cámara logró obturar guardando aquel recuerdo para siempre.

Y tres meses más tarde Lando deseo vivir en aquella imagen de la más bella de sus memorias para siempre.

Carlos acariciaba lentamente los crespos cabellos de su chico, que se encontraba recostado entre sus brazos en aquellas sábanas blancas de la cama del hotel

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Carlos acariciaba lentamente los crespos cabellos de su chico, que se encontraba recostado entre sus brazos en aquellas sábanas blancas de la cama del hotel.

Sabía que estaba despierto y sabía que tenían mucho por conversar, pero dejaba que el silencio fuera el dueño del lugar como si fuera la calma antes de la tormenta.

Ninguno de los dos quería hablar de ello, porqué sabían que sería difícil de ahí en adelante si seguían aferrándose a un amor que por más vivo que estuviera, ya estaba dentro de un ataúd. Y cada segundo que pasaba significaba un monto de tierra más, que se encargaba de enterrar aquel amor que era suyo.

Carlando One ShotsWhere stories live. Discover now