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Hyejin y Seungkwan volvían a casa después de comprar cuatro piezas de pan. Tomados de la mano cruzaban la calle por la que transitaban los carros que manejaban los ricos de las calles vecinas y, apenados bajaban la mirada cuando los dueños de los lujosos autos miraban a los hermanos Boo ser los más pobres de la colonia, con cuatro piezas de pan y las playeras viejas rasgarse con el viento.
Hyejin era la mayor. Desde siempre había actuado como tal para el pequeño Seungkwan y su madre, y aunque tenía solo doce años ella ayudaba trayendo a la casa algunas monedas trabajando como lavaparabrisas o por ayudar a pasear a los perros de algunos vecinos. Además, Hyejin se preocupaba por cuidar de Seungkwan, con tan solo diez años, así que lo llevaba con ella a todas partes para no dejarlo completamente solo, y a su madre; del alcohólico de su padre.
De su niñez no recordaban mucho; solo eran concientes del descenso de su padre con el alcohol, de sus reacciones violentas contra su madre, de su irresponsabilidad en la casa para traer qué comer, vestir y pagar la renta del lujoso departamento ubicado en una lujosa zona donde vivían desde que Hyejin tenía memoria. A pesar de las facturas, misteriosamente aún no los habían corrido, pero si eran la lástima del resto de viviendas.
La madre de Hyejin y Seungkwan trabajaba como costurera en el sótano de la casa, ahí tenía una máquina para coser; algo vieja y descuidada pero capaz de trabajar. Y una pequeña mesa donde también cosía prendas a mano, y de vez en cuando, con los pedazos de tela que desechaba de la ropa, les hacía a ambos pequeños suéteres o playeras para cubrirse del frío.
Sus clientes; los ricos. Y aunque la gente le pagaba bien, no era suficiente para cubrir con los gastos de la casa. Apenas podía pagar la mitad de la renta de tan lujosas paredes. A veces Hyejin le cuestionaba a su madre porqué seguían viviendo ahí si no pertenecían a esa sociedad de carros limpios y brillantes. La respuesta de su madre; “No tenemos a dónde ir". Allí se iba todo el dinero qué con esfuerzo su madre ganaba. Lo poquito que sobraba el alcohólico de su padre lo robaba para comprar sus botellas de alcohol, y cuando ya estaba borracho volvía a casa para comerse el pan que Hyejin podía comprar con las monedas que ganaba limpiando parabrisas.