II

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Y, en vez de eso, ¿a quién rescataron en la arena? A mí, que no quiero cooperar.

Y a Beetee, el inventor del 3, a quien apenas veo porque lo llevaron al departamento de desarrollo armamentístico en cuanto pudo sentarse. Literalmente, empujaron su cama con ruedas hasta una zona de alto secreto y ahora sólo sale de vez en cuando para comer. Es muy listo y está muy dispuesto a colaborar con la causa, pero no tiene mucha madera de instigador.

Luego está Finnick Odair, el sex symbol del distrito pescador que mantuvo vivo a Peeta en la arena cuando yo no podía. A él también quieren transformarlo en un líder rebelde, aunque primero tendrán que conseguir que permanezca despierto durante más de cinco minutos. Incluso cuando está consciente, tienes que decirle las cosas tres veces para que le lleguen al cerebro. Los médicos dicen que es por la descarga eléctrica recibida en la batalla, pero yo sé que es bastante más complicado. Sé que Finnick no puede centrarse en nada de lo que sucede en el 13 porque intenta con todas sus fuerzas ver lo que sucede en el Capitolio con Annie, la chica loca de su distrito, la única persona a la que ama en este mundo.

A pesar de tener serias reservas, tuve que perdonar a Finnick por su parte en la conspiración que me trajo hasta aquí. Al menos él entiende un poco por lo que estoy pasando. Además, hace falta mucha energía para permanecer enfadada con alguien que llora tanto.

Me muevo por la planta baja con pasos de cazadora, necia a hacer ruido. Recojo algunos recuerdos: una foto de mis padres en su boda, una foto de nosotros tres junto a Nick, y el libro familiar de plantas medicinales y comestibles. El libro se abre por una página con flores amarillas y lo cierro rápidamente, ya que las pintó el pincel de Peeta.

«¿Qué voy a hacer?».

¿Tiene sentido hacer algo? Mi familia están por fin a salvo. En cuanto al resto del 12, o están muertos, lo que es irreversible, o protegidos en el 13. Eso deja a los rebeldes de los distritos. Obviamente, odio al Capitolio, pero no creo que convertirme en el Sinsajo beneficie a los que intentan derribarlo.

¿Cómo voy a ayudar a los distritos si cada vez que me muevo consigo que alguien sufra o muera?

El hombre al que dispararon en el Distrito 11 por silbar; las repercusiones en el 12 cuando intervine para que no azotaran a Gale; mi estilista, Cinna, al que sacaron a rastras, ensangrentado e inconsciente, de la sala de lanzamiento antes de los Juegos. Las fuentes de Plutarch creen que lo mataron durante el interrogatorio. El inteligente, enigmático y encantador Cinna está muerto por mi culpa. Aparto la idea porque es demasiado dolorosa para detenerse en ella sin perder mi ya de por sí frágil control de la situación.

«¿Qué voy a hacer?».

Convertirme en el Sinsajo... ¿Supondría más cosas buenas que malas? ¿En quién puedo confiar para
que me ayude a responder a esa pregunta? Sin duda, no en la gente del 13. Lo juro, ahora que mi familia y  está a salvo, no me importaría huir. Sin embargo, me queda un trabajo inacabado:

Peeta. Si supiera con certeza que está muerto, desaparecería en el bosque sin mirar atrás. Sin embargo, hasta que lo haga, estoy bloqueada.

Me vuelvo al oír un bufido. En la entrada de la cocina, con sus orejas abajo, sin movimiento de su cola puedo reconocerlo y viene hacía mi, parece feliz.

—MAX.

Miles de personas muertas, pero él ha sobrevivido e incluso parece bien alimentado. ¿De qué? Puede entrar y salir de la casa por la puerta que está abierta. Habrá estado comiendo ratones de campo; me niego a considerar la alternativa.

Me agacho y le ofrezco una mano.

—Ven aquí, chico.

No tengo otra forma de transportarlo en el aerodeslizador, pero no me importa, el vuelve conmigo.

Mi salvación -Peeta MellarkWhere stories live. Discover now