Cinco dedos torcidos

23 4 24
                                    

Aproximadamente tres meses antes...

Cuando Kirishima había escuchado a Bakugou decir que tenía un plan, no lo puso en duda ni por un momento. Era propio de alguien como él, tanto ahora como cuando era un niño, tener todo resuelto o saber cómo solucionar las cosas. Era propio de él analizar una situación rápido y reaccionar de buena forma, aun si a primeras parecía que el rubio fuese a hacer justo lo contrario, siendo tan abrasador y reactivo que podía parecer impulsivo para quien no lo conociera.

Pero, por lo mismo, porque lo conocía como la propia palma de su mano, era que no podía evitar preocuparse. ¿Un plan? ¿De qué? Si sabía que durante toda su vida, Katsuki había querido ser libre de las cadenas que le imponía su apellido, su familia y su reino.

- ¿Estás seguro? Lo siento. No es asunto mío, pero recuerdo cómo te sentías sobre la idea de ser rey en ese entonces, y ahora que sé lo que has estado haciendo los últimos doce años... Creo que la vida adentro de un castillo sería una prisión para ti.

- ¿Estás preocupado por mí, pelo de mierda? – preguntó con una sonrisa autosuficiente.

- Por supuesto... Quiero que seas feliz...

El rubio se puso serio y se enderezó en su asiento, no en una posición tensa pero, dándose cuenta de que su mejor amigo no estaba bromeando.

La noche no estaba fría pese a la época, así que el fuego encendido frente a ellos no solo los alumbraba, sino que los acaloraba. Ambos jóvenes tenían las mejillas rosadas por la intensidad de las llamas justo frente a ellos, irradiando calor mientras las partículas de astillas y madera quemada se elevaban en el cielo como pequeñas brazas hasta que se apagaban en el cielo...

- Recién te encontré – gruñó el chico en su habitual tono malhumorado -. No tengo intenciones de encerrarme en ese maldito castillo. Quiero hacer todas las cosas que dijimos que íbamos a hacer.

Habían planeado tantas cosas en su infancia más tierna, que Eijirou rio un poco, entretenido. Si hacían todas las cosas que habían dicho no les iba a alcanzar una sola vida: Recordaba cómo habían prometido que ambos serían caballeros de alguna forma, aunque estuviese prohibido por ley que los miembros de la realeza y que los cambia pieles pudiesen obtener ese título; habían jurado que cuando se hartaran de aventuras y experiencias en ese olvidado continente, iban a ser los primeros en emprender vuelo fuera de éste, explorando lo desconocido y listos para enfrentarse a cualquier peligro nuevo; y ahora, ya nada más en esos cuatro días que llevaban juntos en el bosque, habían decidido buscar a Eraserhead, el caballero que estaba entrenando chicos jóvenes para ir en contra del All for One.

Querían venganza y participar de aquella guerra que, evidentemente, llegaría tarde o temprano.

- Entonces... ¿Huimos juntos? – se animó a preguntar el de cabello rojo.

- No. - No había nada que Bakugou quisiera más que eso, pero no podía (aunque le alegraba saber que su destinado estaba dispuesto a hacer eso por él) – Quisiera, pero por molesto que sea, tengo que reconocer que esa endemoniada dragona tiene razón en todo.

Dependía de él y de nadie más arreglar una situación que era miserable para prácticamente un tercio de la población del continente en el que habitaban. La gente del reino Gougou ya había pasado por suficientes penurias durante los últimos doce años, y Bakugou se había justificado toda la vida en no tomar acción, ya fuese por la excusa de buscar a los dragones o a Eijirou, ya fuese por la excusa de no tener el poderío para enfrentarse a la monarquía usurpadora (por mucho que todas fuesen ciertas).

Persiguiendo las estrellasWhere stories live. Discover now