Capítulo 30

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Eva llegó el lunes a la oficina con una migraña peor a la que había tenido el día previo a causa de la resaca

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Eva llegó el lunes a la oficina con una migraña peor a la que había tenido el día previo a causa de la resaca. Había pasado toda la noche dando vueltas en la cama debatiéndose entre ir a golpear la puerta de Bradley o quedarse donde estaba.

Y por supuesto que había optado por lo segundo, era demasiado cobarde como para ir en su búsqueda. Sabía que, de enfrentarlo, le correspondía revelar ciertas verdades que ella no estaba lista para compartir. Simplemente no podía hablar de ello, de solo pensarlo se ponía a temblar.

Le rompía el corazón saber que él estaba sufriendo, deseaba con desesperación hacer algo para revertir la situación, pero no tenía idea de cómo.

Las luces de la oficina de Brad estaban apagadas lo que indicaba que aún no había llegado, aunque sería raro si fuese distinto, apenas eran las ocho de la mañana y los únicos días en los que había llegado a horario fueron aquellos que lo hicieron juntos.

No tenía nada de lo que ocuparse, Julia no le había enviado ni siquiera un correo electrónico para darle una tarea insignificante, y lo único que le quedaba era leer el libro que tenía en el cajón del escritorio para no dormirse sentada.

No obstante, apenas abrió el libro supo que concentrarse en la historia que tenía enfrente sería una labor imposible. No tenía cabeza para distracciones.

Volvió a levantarse y se marchó para buscar un café, sin pensar que la primera persona que vería en el buffet sería Victoria.

Se quedó helada debajo del umbral de la puerta cuando la identificó, pero enseguida inhaló hondo y siguió adelante. Pretendiendo que no estaba allí, buscó los pocillos limpios y llenó dos con café ―con la tonta esperanza de que Brad apareciera de un momento a otro― y puso uno de los panecillos favoritos de él en un pequeño plato.

―Eva ―oyó decir a su lado pero no se giró y continuó acomodando todo sobre una bandeja antes de salir del buffet, sonriéndoles sin ganas a algunos de sus compañeros que hacían lo mismo a modo de saludo.

Se mantuvo impasible mientras caminaba de regreso hacia su lugar. Entró a la oficina de Brad para acomodar todo antes de regresar a su propio escritorio y tomar su café con la ridícula idea de que así quizás podría sentirse mejor.

―Eva ―dijo Victoria asomándose desde el pasillo―. Eva, por favor. No me ignores así, vengo a disculparme.

La castaña alzó la vista luego de beber el primer trago de café.

―No me interesan tus disculpas, ve a arrastrarte a otra parte.

Lejos de marcharse, la otra mujer se acercó más.

―Entiendo que estés enojada, estás en todo tu derecho ―continuó diciendo―. Me comporté como una amiga terrible.

Eva no pudo retener la carcajada burlona que se le escapó.

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