Capítulo 18.

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El Daiyokai se encontraba en el viejo almacén donde se albergaban miles de reliquias sobrenaturales. Todo había vuelto a la normalidad con la partida de los felinos, solo debía evitar encontrarse con la princesa pelirroja y mantener bajo vigilancia a la humana.

Anteriormente se debatió entre mantenerla encerrada e incrementar la seguridad, pero asignarle a Ah-Un, fue una excelente idea. Él siempre ha demostrado su fidelidad y fuerza durante los años que participó en diferentes combates, sería un buen escolta para aquella mujer, además de que la conoce desde hace algunos años.

De algún modo seguía analizando las palabras de Irasue, si la mujer realmente era tan valiosa como decía, hubiera sido un desperdicio haberla dejado con el híbrido. Debió ser el destino que se encontraran aquella noche en el bosque. ¿Cómo podía ahora desear a una mujer tan odiosa? Es la primera vez que sentía aquel tipo de atracción, nunca antes había deseado poseer algo con tanto furor como una vez anheló el poderoso colmillo de su padre.

Pensar en ella, causaba que la sangre alrededor de su entrepierna se concentrara y una extraña sensación le oprimiera el pecho. Debía hacer algo al respecto, no debía permitir que tales instintos lo dominaran, debería encontrar la manera de poner todo en orden.

Humanos y Yokais son especies completamente diferentes: una nació con el propósito de depredar y la otra para ser comida, no se debería alterar el orden natural de las cosas, los demonios siempre han sido superiores a los insignificantes ningen y eso no cambiaría.

No deberían de confundirse los lugares, ese siempre ha sido su pensar desde que conoció la relación extramarital que mantuvo su padre, ya que aquella princesa humana ni siquiera ocupó el lugar de una concubina.

La mujer mortal tenía que comprender que debía de temerle, pese a lo que pasó la noche anterior, no era su igual, solo estaba usando su cuerpo gracias al imbécil que se atrevió a inducirle el celo, nada había cambiado entre ambos. Solo la recompensó debido a que se refirió a él de manera correcta.

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Manipulación, el arte de influenciar la voluntad del otro mediante palabras, herramienta sutil para conseguir lo que sea sin ensuciarse las manos directamente. Ella tuvo que hacer de todo para sobrevivir entre aquel nido de víboras que se conocía como "Nobleza".

Lo mejor era adaptarse a las circunstancias, fingiendo ser dócil, sociable y amable, cuando la situación lo ameritaba se mostraba vil y caprichosa como se espera de las mujeres de su especie. No podía permitirse mostrar su verdadera apariencia, no hay lugar para la debilidad dentro del palacio.

Shunran era la menor de 4 hermanos, debido a eso su padre siempre fue muy riguroso en cuanto su educación, ya que nunca heredaría el trono al ser Toran la primogénita. Si algo tenía el Este, es que, cualquiera podría ser el heredero sin importar el género, en eso se encontraban más avanzados que el resto de los clanes, quienes eran más conservadores al respecto.

Pero al ser la cuarta hija, sólo se le permitía aprender sobre la etiqueta y buenos modales, virtudes y lo necesario para gobernar y ser una buena esposa. Era obvio que la estaban criando para deshacerse de ella más adelante, ya sea intercambiándola por tierras o una cantidad considerable de oro.

Aborrecía tener que seguir tantas reglas, tenía que usar la etiqueta burocrática para interactuar con los demás y tener que aguantar sus falsas miradas y pretensiones.

Todos sucumbían a la hipocresía, nunca decían lo que verdaderamente opinaban, solamente se ocultaban detrás de una mascara cordial, dejando sus verdaderas intenciones encubiertas.

Aprender sobre pociones y plantas medicinales era su escape a todo lo que la rodeaba, ella era libre de controlar el efecto que deseaba en las personas mediante ellas, incluso aplicaba parte de sus poderes sobrenaturales para potenciarlas.

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