Siempre
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── ☼ La brisa era húmeda y calurosa. Una mujer en pleno trabajo de parto, sudorosa y pálida, emitía constantes quejidos mientras agarraba furiosamente las sábanas, las apretaba y se contorsionaba por el dolor de las contracciones. Una partera de edad avanzada se encontraba entre las piernas de la embarazada, colocando paños de agua tibia en su vientre.
—Han pasado dos días... —murmuró Zeus, observando a Isabella llorar tortuosamente y respirar agitadamente.
—Hielo, hielo... —logró articular Isabella, su voz salió en un lamento susurrante mientras la partera le masajeaba el vientre.
Zeus fue testigo del sufrimiento del parto... Ambos habían imaginado que el embarazo sería maravilloso, pero resultó ser un verdadero tormento. El feto, un semidiós, provocaba corrientes eléctricas involuntarias que dañaban a su madre. El sistema nervioso fue el primero en fallar, ocasionando temblores en las primeras semanas. Al mes, ya había desarrollado problemas en el sistema circulatorio, resultando en moretones y sangrado nasal. A los cuatro meses, presentaba problemas respiratorios graves, causando asma, y comenzaba a perder fuerza muscular y su sistema esquelético se deterioraba rápidamente debido al sedentarismo. A los seis meses, aún sufría de náuseas debido a la mala absorción de nutrientes por parte de su sistema digestivo, a pesar de haber perdido el olfato y el gusto...
Y cuando Zeus pensó que no podía empeorar, Isabella comenzó a tener contracciones a los siete meses, señal de un parto prematuro.
Ahí estaba Isabella, siendo víctima de Ilítia, la diosa del parto. Llevaba exactamente dos días y Zeus empezaba a preocuparse por la pérdida de sangre y el ahogamiento de la criatura. Sabía muy bien que Hera había hecho un voto para que su hijo no naciera, al menos no a los nueve meses, pero eso no pareció detener a Ilítia.
Bajo órdenes, Ilítia prolongaba el parto de Isabella, haciéndolo lento y doloroso. Pero la diosa puso sus condiciones: un trono de oro puro, algo que Zeus no dudaría en entregar. Hermes debería hacerlo a su nombre, o al menos eso esperaba, porque de lo contrario sería castigado y Isabella moriría junto con su hijo.
Zeus tembló solo de pensarlo. Se acercó a su esposa, sudorosa y llorosa, mientras la rabia le burbujeaba en las entrañas y su audaz mente comenzaba a planear castigos para Hera si su bebé no nacía a tiempo. Y tenía que estar agradecido de que Isabella fuera una bruja de sangre pura; su cuerpo tenía muchas ventajas sobre el de un "muggle", como solía llamarlos su esposa.
—¡Viene, viene! —exclamó la partera con un desesperado regocijo, contagiando también al dios.
La mujer de edad avanzada, partera, era una semidiosa que había estado atendiendo el parto durante dos días, que parecían nunca terminar.
—¡Puje, puje, respire y puje! —animaba la partera.
Zeus agarró la mano de su esposa, quien gritaba a todo pulmón mientras lágrimas brotaban de sus ojos. Pensó que nunca había sido consciente de la fuerza de Bell; si no fuera inmortal, seguramente habría roto su muñeca por la fuerza del agarre.
—Está bien, Bell. —Zeus alentó a su esposa, limpiándole el sudor de la frente— Ya casi termina, vamos, puja.
—La hora... —logró decir Isabella con un chillido, echando la cabeza hacia atrás con una mueca de dolor.
La partera retiró su cabeza de entre las sábanas mientras sostenía la cabeza del bebé para ayudarla a salir.
—Han pasado dos días, mi señora, dos días...
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𝑮𝒓𝒚𝒇𝒇𝒊𝒏𝒅𝒐𝒓 ⁴
Fanfiction⁂¿𝐍𝐎 𝐇𝐀𝐒 𝐋𝐄𝐈́𝐃𝐎 𝐋𝐀 𝐇𝐈𝐒𝐓𝐎𝐑𝐈𝐀 𝐇𝐀𝐒𝐓𝐀 𝐄𝐋 𝐌𝐎𝐌𝐄𝐍𝐓𝐎? ¡𝐷𝑖𝑠𝑓𝑟𝑢𝑡𝑎 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑓𝑎𝑛𝑓𝑖𝑐𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑺𝒂𝒈𝒂 𝑮𝒓𝒚𝒇𝒇𝒊𝒏𝒅𝒐𝒓! ⚠ 𝐀𝐃𝐕𝐄𝐑𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀 𝐒𝐎𝐁𝐑𝐄 𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐄𝐍𝐈𝐃𝐎 𝑃...
