Solo Son Vidas

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Siempre fuimos nosotros tres: Felipe, Carlos y yo. Crecimos juntos en el mismo barrio, vivíamos puerta con puerta y compartíamos absolutamente todo.
Eran esos años en los que solo importaba salir a la calle cuando el sol estaba mas alto para volver cuando se escondía. Felipe siempre era el cabecilla, el más "echao palante" era el que decidía el plan, el primero en andar y todos lo seguiamos, sin preguntar porque no hacía falta.

La adolescencia nos sorprendió tirados en la calle cuando ocurrió un hecho que cambió de alguna forma la vida de todos, aunque en especial la de Felipe. Una tarde, en la que estabamos escondidos degustando con cara de todo lo contrario un par de cigarros y con miedo a que nos vieran nuestros padres, vimos como a nuestro pequeño barrio se acercaba una furgoneta de mudanzas y un elegante mercedes gris.  Apurando los cigarros corrimos a ver de que se trataba ya que en nuestro barrio rara vez había algo interesante que ver. Del coche gris bajó una señora bien vestida y un hombre de hombros anchos y barriga aún más, junto a ellos bajó un chico de nuestra edad que nos miró, después a sus padres que también nos miraron y se nos acercó :
"Hola, me llamo Enrique y acabo de mudarme a este barrio".
Como siempre fue Felipe el que dio el primer paso :
"Yo me llamo Felipe y estos dos son Carlos y Arturo ¿cuantos años tienes? "
" 14 ¿y vosotros? "
" Los mismos"
Esta vez respondimos todos al unísono.

Y ese fue el día que todo cambió, ya no éramos tres, ahora eramos cuatro. Rápidamente Enrique se convirtió en uno más de nosotros y descubrimos con alegría que era igual que nosotros, aunque más parecido a Felipe. Pasaron un par de años sin que nada cambiara, empezaron las noches de fiesta y la revolución de nuestras hormonas ya era más que evidente. Carlos y yo eramos autenticas cocteleras hablando con las chicas, temblabamos y nos trababamos, Felipe y Enrique no y era esa la razón por la que siempre fueron más populares. Todo siguió igual durante mucho tiempo hasta que un día, en una fiesta en casa de una chica me equivoque de puerta cuando iba al baño y allí vi algo que de alguna manera hizo que todo cambiara. Felipe había encontrado otro ligue más, al igual que Enrique, solo que esta vez en la habitación estaban ellos solos. Cerre la puerta sin decir nada y volví andando rápido al salón, ya no me orinaba, ya no estaba borracho, ya no estaba. Recuerdo, con los pensamientos de un idiota de apenas 18 años, que debía ser cosa del alcohol, que mañana todo sería como siempre pero cuando entraron al salón y los vi mirarse, descubrí que ya era todo como siempre, que nada había cambiado. Al día siguiente volvimos a vernos los cuatro,Carlos y yo llegamos primero y poco despues Felipe y Enrique. Ellos nos miraban cuando empezaron a hablar, cuando empezaron a decir que no sabían como había ocurrido pero que ocurrio hace tiempo y que desde ese momento nos lo habían escondido, por miedo a que los rechazaramos. Nosotros no podíamos decir nada, no teníamos palabras, nos resultaba increíble pensar que habían ocurrido delante de nuestras caras. Cuando vi la expresión de Felipe solo pude pensar que me daba igual, me daba igual que le gustaran los hombres, me daba igual todo, ellos eran mis amigos y punto. Corté a Felipe dandole un abrazo y lo mismo hizo Carlos con Enrique.

A partir de ahí, todo siguió como siempre, crecimos, empezamos a trabajar, Carlos se caso con 25 años con una chica del barrio y yo lo hice poco después. Felipe y Enrique se fueron a vivir juntos y pusieron un restaurante. Nuestros caminos se separaron durante un tiempo, era ley de vida... Hasta que sonó el teléfono,nunca olvidaré esa maldita tarde, esa maldita llamada .
Era Felipe, quería reunirnos a todos otra vez, quería pasar un fin de semana como antes, los cuatro juntos. Obviamente accedí y nos reunimos en una casita en el campo durante el mes de julio. Allí, todo volvió a ser como antes hasta la cena, que Felipe dijo que le gustaría hablar con nosotros y solto la bomba: tenía cáncer de pancreas. Todos nos quedamos helados y el silencio se apoderó de la habitación. Hasta que Felipe descorcho una botella de Lambrusco y empezó a servir mientras decía "nada ha cambiado, puedo con esto y más" esa misma noche Carlos y yo hablamos de que debíamos implicarnos más, no podíamos dejarlos solos en esto. Así que decidimos reunirnos como mínimo 1 vez a la semana, ayudarlos en cuanto fuera posible y que se sintieran lo mejor posible.
Vimos la evolución de la enfermedad, día tras día y aunque Felipe seguía siendo el mismo de siempre, con su sonrisa y su larga coleta rubia, ya se podía ver como estaba afectandole la enfermedad, se notaba en su piel y se notaba en su mirada mucho mas cansada de lo habitual. No obstante era Enrique el que estaba pasandolo peor, al menos a simple vista parecía que fuera el que estaba enfermo, había perdido pelo, peso y tenía ojeras, era evidente que últimamente le  costaba mucho dormir, si es que lo hacía . Había pasado un tiempo cuando Felipe nos dijo que había decidido empezar la quimioterapia, algo a lo que siempre se había opuesto y también nos comunicó que sería en Estados Unidos. Decidimos acompañarlos en ese primer viaje. En el aeropuerto estaba esperandonos Felipe que nos saludó desde lejos, cuando llegamos a su altura le pregunté por Enrique y me dijo que no venía de forma muy seca. Todo fue bien en el aeropuerto, embarcamos y en el transcurso del largo viaje decidí preguntarle porque Enrique no venía
"¿Tu lo has visto? Esta pasandolo peor que yo, así que he decidido dejarlo fuera de esto, al menos un tiempo, quiero que se recupere y que deje de preocuparse "

Al llegar a Houston nos alojamos en un bonito hotel, no muy lejos de la clínica, en tres pequeñas habitaciones individuales. El primer día de tratamiento el oncólogo se mostró reservado en lo que se refería a su posible evolución, pero nos aseguró que siempre hay esperanza. Salimos un poco cabizbajos de la clínica hasta que Felipe dijo que nos invitaba a comer y volvió a ser el de siempre, simpático, alegre y encantador. Volvimos al hotel cuando ya avisaba la noche de su llegada después de hacer un poco de turismo y nos acostamos, habiendo sincronizado previamente los despertadores.

Dos días después Felipe murió, cuando llamamos a su habitación para despertarlo estaba frío , con los ojos abiertos y con las mantas fuertemente agarradas...fue fuerte hasta el último momento.
Cuando llamamos a Enrique solo escuchamos por el auricular un susurro "oh, vaya" y colgó. Volvimos los 3 juntos, por última vez, un último viaje.

El entierro fue dos días después y allí vimos a Enrique que seguía empeorando. Hablamos con el, le ofrecimos ambos nuestra casa para que pasara unos días  y no estuviera solo en un momento así, el lo rechazó y simplemente dijo que nos lo agradecía, esto y todo lo que habíamos hecho por ellos. Nos despedimos de el cuando acabó todo, entre lagrimas y acordamos vernos al día siguiente . Esa misma noche Enrique se suicido en el piso que compartió durante años con Felipe. Cuando llamamos a su puerta y no dio señales decidimos llamar por teléfono, tampoco respondio así que cogimos la llave que escondían en la maceta y entramos. No lo encontramos hasta que entramos al baño y lo vimos, dentro de la bañera vacía, vestido y con una expresión feliz en su cara, una expresión de serenidad, la expresión que tiene alguien cuando acaba algo duro.
La autopsia dictaminó que había sido una sobredosis de tranquilizantes. Después de su entierro ya no me quedaban fuerzas para nada, solo para volver a casa y arroparme con mi familia.
Carlos y yo nunca volvimos a vernos.

                                   FIN

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