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Gracie Hills.

Es imposible poder dejar de pensar.

Me levanté de la cama con una mueca de disgusto y preparé otro café para mantenerme despierta unas cuantas horas más. No podía dormir; había pasado horas tumbada en la cama, mirando el techo sin lograr conciliar el sueño ni por un minuto. Había leído miles de notas que tenía en la pequeña caja conmigo de recuerdo y la mitad las había quemado. ¿Por qué siempre me deja la vida con las manos vacías, con el corazón destrozado en mil pedazos?

A veces, cuando cierro los ojos, puedo sentir su presencia, como si estuviera allí, a mi lado, susurrándome cualquier cosa. Pero cuando abro los ojos, solo encuentro vacío, solo encuentro silencio. Y así sigo, perdida en un mar de emociones turbulentas, sin rumbo, sin destino, sin saber si algún día podré encontrar la manera de superar todo lo que he pasado. Aún oigo los murmullos de la gente, los gritos y la desesperación.

No lo localizan.

No lo localizan.

No lo localizan.

Me tapo los oídos, intentando bloquear las voces que retumban en mi cabeza. Pero no hay escape. El temblor se apodera de mí, convirtiendo cada célula de mi cuerpo en un eco de angustia. No, no, no puedo soportarlo.

Mi móvil.

Lo cogí y me quedé mirando la pantalla.

No podía... Ser.

El mensaje parpadeó un par de veces en la pantalla, y me esforcé por leerlo correctamente. Mi miopía complicaba las cosas, así que me puse las gafas con la esperanza de que mi mente no estuviera jugándome una mala pasada o preparándome para algo doloroso. Era... Un mensaje de Darell.

@DarellRoez: Dime que te vienes con nosotros, Gracie.

El corazón me latió más deprisa.

Mi pulso se aceleró cada segundo más.

Por un momento mi mente se bloqueó. Me quedé mirando la pantalla, intentando asimilar lo que acababa de ver. Leo una y otra vez, todos los mensajes que me ha enviado, eran tres. No era capaz de reaccionar. Estoy solo tratando de respirar profundamente.

OK, Gracie, no entres en pánico otra vez.

Pero ya era demasiado tarde.

Darell me ha escrito en el primer vuelo que ha cogido.

Me prometió hacerlo en el quinto.

Me quedé tan sorprendida que no podía responder. Durante un instante, pensé que mi mente estaba jugándome una mala pasada, que no estaba leyendo correctamente el mensaje. Pero era todo tan real como lo mirara. No quería volver a casa, no en ese momento. No quería regresar a la monotonía, a la soledad que me esperaba entre esas cuatro paredes. Y la idea de unirme a ellos en su viaje era como el último rayo de esperanza que se colaba en mi vida. Era una oportunidad que no esperaba, un giro inesperado que me hacía replantearme todo. Pero, joder. Siempre hay un pero, y una coma que lo hace todo desastroso.

No puedo.

No puedo irme a Oslo con ellos.

No puedo aceptar algo mientras sigo sufriendo todo mi pasado en mi presente.

Venga, Gracie piensa...

Pienso... Lo hago, pero no soy capaz.

Necesitaba llamarla. Necesitaba una llamada de ella, de mi madre. Aunque fuera solo para escuchar su voz, aunque fuera solo por unos segundos. Necesitaba esa conexión, esa certeza de que estaba ahí y de que podría aconsejarme. De que no sigue enfadada conmigo.

Todas las estrellas que nunca tocamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora