57 - Mis 18 IV

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ANA

—Dayana, no me asustes. —Saco otro regalo de una bolsa, uno de esos que por ser blandos se puede intuir que se trata de una prenda—. No será un conjunto de lencería otra vez, ¿no?

—Claro que no, pervertida. —Mary ríe con malicia—. Es un juego de sábanas para que tengas de repuesto después de un caluroso mañanero, ¡ja, ja, ja!

—¡Qué cabrona! No me lo creo. —Retiro el envoltorio con cierto brío y extiendo la prenda doblada, quedando ante mis ojos un precioso vestido rojo—. ¡Qué bonito! —exclamo mientras lo contemplo por delante y por detrás—. Me encanta.

—A la altura de tu belleza, presumida —dice Roberto, quien supongo que está detrás de este regalo—. El rojo te favorece.

—Gracias. Me lo probaría aquí mismo, pero no quiero que me acusen de pervertir a menores —bromeo—. Ya me veréis con él puesto y me diréis qué tal me queda. —Tras doblarlo, pesco otro de los obsequios—. A ver qué más tenemos por aquí. —Rasgo el papel y comienzo a descubrir una caja que podría contener un perfume, una loción corporal o algo similar según sus dimensiones—. ¿Eh? ¿Y esto qué es? —pronuncio, como toda una ingenua, al observar el dibujo y el nombre de la cara principal—. ¿Satisfyer? ¿Es para darse masajes corporales? —Mi inocencia desata una carcajada colectiva—. ¡No me jodáis! ¿Es lo que pienso? —Las orejas me arden debido a la vergüenza.

—¡Ja, ja, ja! Sí, Ana, es para darse masajes —se mofa Dayana—. Masajes de esos que te hacen sentir en la gloria.

—Y se puede usar bajo el agua —agrega Mary, llorando de la risa—. ¿Te imaginas tocar el cielo desde tu bañera? Esa es otra forma de hacerlo, ¡ja, ja!

—Y te permite afinar tus agudos en solitario... o en compañía. —Incluso la pequeña psicópata participa en el espectáculo.

—La cara de Ana es un poema, ¡ja, ja! —comenta Adriana.

—Vale, vale, ya me ha quedado claro para qué es, cabronas. Sabía que no me libraría de vuestras diabluras, ¡lo sabía! —No me atrevo a sacar el juguete de la caja—. Ya lo analizaré en privado porque este no lo conozco.

—Yo te puedo dar clases prácticas sobre su uso, soy toda una experta —se ofrece Dayana, claramente bromeando.

—¡Qué amable! Gracias, pero no. Prefiero descubrirlo por mí misma.

—Entonces esperaremos una demostración para que nos enseñes el progreso de tu aprendizaje —continúa Dayana, la muy diabla.

—Dejadla en paz —interviene Flor—. A este paso la mataremos de la vergüenza o por deshidratación. Luego te explico cómo va, es muy intuitivo —me dice, sonando como una profesional en el tema.

—Dayana, parece que nuestra capitana te usurpó el puesto como entrenadora, y a ella no le han dicho que no, ¡eh! —resalta Mary de forma sugerente.

—Lección aprendida, hay que ir de humilde por la vida. Florecita siempre juega con ventaja. —Dayana nos arroja una mirada insinuante.

—No tenéis remedio. —Sonriente, niego con la cabeza—. Gracias por el regulador hormonal. Me ha dado calor y todo. —Me ventilo con la mano como si fuera un abanico—. A ver, quedan tres regalos más. Mmm... Este mismo. —Escojo el que se asemeja a una caja de zapatos.

En efecto, mi intuición acierta de nuevo. Dentro de la caja hay unos botines elegantes de tacón grueso.

—¡Qué chulos! —exclamo, animada, al exhibirlos—. Son perfectos para llevar con todo.

—Así es —afirma Patricia—. Combinan muy bien con el vestido y son muy cómodos.

—Llegaron en buen momento, planeaba comprarme unos para una ocasión especial. —Con ellos y el vestido tengo justo lo que necesitaba—. Muchas gracias.

La hermana de mi exnovio [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora