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Inhaló y exhaló quizás unas veinte veces, y repitió otras veinte veces más

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Inhaló y exhaló quizás unas veinte veces, y repitió otras veinte veces más.

Sabía exactamente dónde estaba su objetivo, y por esa razón no se atrevía a entrar, ¿Por qué? Alguien como el no podía ser capaz de intimidarlo... ¿Verdad? Volvió a inhalar y lo soltó con brusquedad, ¿Por qué estaba perdiendo tiempo? Había alguien que dependía directamente de sus actos.

Sostuvo su arma, y entro de golpe a la habitación.

Ahí, en el escritorio, estaba su objetivo, leyendo un libro con una mano. No vestía las ropas de obispo, de hecho, usaba un traje bastante antiguo, con pantalones oscuros, camisa blanca y un chaleco que era de color rojo. Acomodo sus lentes y lentamente miro a la figura que cerraba detrás de si la puerta, sonrió y cerro el libro, mirando al intruso.

—Oh, petit ange, ¿Te decidiste a actuar de una vez? ¿O fueron órdenes directas? —Su burla era clara, el rojo de sus ojos cafés estaba intenso.

—Ambas. —Dijo en respuesta, empuñando su arma.

—Mmh... Me huele más a que son órdenes. —Puso el libro en la mesa, cruzando las piernas. —¿Es un arma celestial, eso?

Lucifer miro el arma en su mano, poniéndose en pose. —Lo es.

—¡Oh que angelito más travieso! Sin embargo, me niego a irme aún, tengo planes, como ves.

—Justamente por eso estoy aquí, idiota... —Dio unos pasos al frente. —¿Qué quieres aquí? No lo sé, pero puedo sentir que Vox peligra, y no lo permitiré.

—¡Vaya! ¿A caso te has enamorado ya? Que patético...

Lucifer alzó su mirada molesto, sin esperar más se lanzó al ataque. Sin embargo, el moreno se preparó y de su espalda salieron sombras oscuras que sujetaron las extremidades del rubio, así quedó inmovilizado. Hecho eso, Alastor se bajó del escritorio y camino en su dirección.

—¡Sueltame!

—Te lo dije claro, no aceptaré mi derrota ahora. Vine por venganza e información, y no me iré hasta llevarme esa sucia alma donde pertenece. —Su forma cambio un poco, unas orejas y unas astas salieron de entre su moreno cabello. —¿Por qué mejor no me dices que te ofreció a cambio de tenerte atado a su lado? Te has acostumbrado, pero aún no aceptas el hecho de que has pecado demasiado ante los ojos de tu padre.

—¡¿Qué sabes tu?! —Grito, forcejeando sin éxito.

—Puedo leer tu sucia alma, no intentes engañarme. —Sin piedad, presionó sus mejillas con una de sus manos. —Se reconocer a uno de los míos... Y eso te cuesta admitirlo, por eso intentas detenerme, pero, ¿Qué crees? Una vez obtengas tu libertad, bajarás con nosotros al infierno, y me gustará tanto verte sollozar entre las llamas.

—¡Basta...! ¡Dios me dijo que tendría perdón de mis actos siempre que suplicara clemencia, siempre que no olvidará quien es mi padre, de dónde viene mi sangre dorada!

El pecado de la lujuria [Applemedia] [Finalizado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora