Capítulo 2 (fin)

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Estaba a mitad de camino, esta vez me apeteció ir por el sendero en lugar de tomar el atajo que conocía por el bosque

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Estaba a mitad de camino, esta vez me apeteció ir por el sendero en lugar de tomar el atajo que conocía por el bosque. Era como si algo dentro de mí me hubiera frenado a hacerlo, en realidad. Lo que era raro, ya que esa era mi intención esa mañana. Tal vez esos ojos dispares del forastero habían ocupado tanto mi mente que necesitaba ir por un camino simple y recto.

Miré el pequeño trozo de bosque que se vislumbraba desde el sendero y noté unas flores que no solían crecer en esa época del año, en realidad en ninguna, puesto que no las reconocí. Eran rojas como la sangre, de pétalos redondeados y caídos de terciopelo grueso y fresco.

Seguiría por el sendero más tarde, pero me adentraría para verlas mejor, eran tan bonitas. El día había mejorado y el sol escupía rayos de luz entre las copas de los árboles que creaban luces y sombras. Me acerqué hasta las flores, se movían en un va y ven extraño movidas por un suave viento. Posé mi dedo en uno de los pétalos, necesitaba llevarme una, una al menos. Era preciosa...

Todo pasó muy rápido, mi mano en la flor, el olor divino que desprendía, el rojo más absoluto. Y de repente una bestia que impactó contra mi cuerpo. Caí en el suelo, mi frente impactó con una pequeña piedra y un dolor agudo turbó mis sienes. Abrí los ojos con rapidez. Lo que tenía encima de mí era un lobo, uno gigante y temible.

Un breve grito de angustia se escapó de mi boca, cerré los ojos tan fuerte como pude y tapé mi boca con las manos. Notaba su frío hocico olisquear mi rostro, el sonido de la respiración de la bestia y su aliento en mi rostro serían lo último que notaría de ese mundo. Ese era mi fin. Ninguna leyenda mágica. Simplemente un lobo hambriento iba a acabar con mi vida. Adiós Caperucita roja y su cestita. Adiós Vermella...

Noté como un hilo de sangre me caía por la frente hasta el ojo, debía ser sangre puesto que me ardía la frente después del impacto. La bestia dio un breve lametón en ese lugar y... El dolor simplemente desapareció.

Fue muy extraño. ¿Me había ayudado? Estaba confusa y aterrada. Esa idea era imposible. No quise abrir los ojos. Pero lo hice, y por un segundo me pareció ver que esa bestia tenía un ojo verde y otro azu. Los mismos preciosos ojos que había visto esa mañana en la posada de Senglar. El animal gruñó y yo apreté los ojos de nuevo, cerrándolos con mucha fuerza.

Voces y caballos. Después llegaron los disparos de las escopetas de caza.

—¡Por aquí! —gritó una voz masculina y oscura.

—¡Te sigo! —respondió la otra.

Ya no notaba el peso de la bestia encima. Con mucho cuidado abrí los ojos poco a poco, miré a mi alrededor, sin moverme demasiado, cualquier paso en falso sería fatal.

Pero no había nada a mi alrededor. De hecho, ni siquiera las flores estaban. Me toqué la frente, no tenía ninguna herida. Los sonidos del trote de los caballos se acercaban. Me incorporé y grité con todas mis fuerzas.

Roja ✓Where stories live. Discover now