22. Azúcar en la boca y veneno en el corazón

48 4 17
                                    

Asher

Luken me mira con una mezcla de sorpresa y oscura diversión en sus ojos. Su sonrisa cínica se ensancha, revelando una satisfacción perversa, aunque también un atisbo de confusión.

—¿Anthony? —replica, con un tono burlesco y lleno de desdén—. ¿Buscando la aprobación de un muerto, Asher? Qué patético.

Su mirada se desliza hacia el espejo, donde observa su propio reflejo con una inquietante autoindulgencia. Su polo blanco, arrugado y con los botones desabrochados, contrasta con los joggers aún en su lugar, aunque marcados por surcos en las rodillas. A pesar de haber estado devorando mi polla con brío hace solo unos momentos, la perfección de su presencia permanece intacta, irradiando un magnetismo que me impide concentrarme en cualquier otra cosa.

Luken farfulla algo en italiano, cabizbajo. Pasados unos minutos, me lanza miradas que solo pueden interpretarse como manipuladoras, llenas de autoengaño. Pero el brillo falso en sus ojos no va a convencerme esta vez. Estoy demasiado furioso para caer en otra de sus tantas mentiras.

—Como tú bien has dicho, solo hay una forma en que esto puede terminar —digo, sin apartar la mirada de sus ojos, que cada vez tienen las pupilas más dilatadas—. ¿De verdad creíste que no descubriría tus sucios juegos?

Suelta una risa seca, su expresión se oscurece aún más y su mirada se vuelve más turbia, más calculadora. A lo largo de los años, he aprendido a leer esas pequeñas señales en su rostro, esas que indican que está tramando algo, que su mente está trabajando en una jugada que no he anticipado. Pero esta vez, la máscara de confianza que siempre lleva parece a punto de resquebrajarse.

—¿Juegos? —repite, como si probara la palabra por primera vez—. Si crees eso, entonces eres más ingenuo de lo que pensaba.

El salón parece más oscuro de lo habitual, como si las sombras se alargaran y se distorsionan a propósito, reflejando su propia corrupción interna. Las paredes, que alguna vez fueron testigos de momentos más tranquilos, ahora parecen cerrarse sobre nosotros, atrapándonos en una espiral de odio.

El recuerdo de aquella noche vuelve a mí, vívido y perturbador. La misma oscuridad que ahora nos envuelve estaba presente entonces, cuando vi por primera vez a Luken en ese callejón, en ese edificio mal iluminado, con un arma cubierta de la sangre de Anthony mientras su vida se desvanecía ante mis ojos, y los suyos. Esa fue la noche en que comprendí quién era realmente Luken, la noche en que mi atracción por él se mezcló con un odio profundo, irrevocable. Esa fue la noche en que juré que lo destruiría, sin importar cuánto me costara. Pero, a pesar de todo, a pesar del odio que me consume, el amor se había abierto camino entre tanta rabia, y es algo que no puedo ignorar.

—Te vi aquella noche en el edificio en ruinas —digo, volviendo a la realidad—. La manera en que jugaste con él. La forma en que su vida no fue para ti más que un juego, a pesar de que él solo trataba de salvarte.

Su sonrisa se desvanece por un momento, como si mis palabras hubieran alcanzado una fibra sensible, una grieta en su fachada.

—¿Has terminado? —pregunta, con la voz cargada de una furia contenida—. ¿Piensas darme lecciones de humildad? ¿Tú? No me hagas reír, Asher.

Me acerco un poco más, tan cerca que casi puedo sentir su aliento. Su mirada no se aparta de la mía, y por un breve instante, veo algo en sus ojos parecido al arrepentimiento.

—Tu expresión de desprecio me da náuseas, y tu tono amargamente irónico me resulta de mal gusto —respondo en voz baja, casi rozando la comisura de sus labios.

Otro recuerdo de Anthony me golpea con fuerza. Fue la primera persona que conocí cuando entré a la organización, y pronto se convirtió en mi referente, alguien a quien respetar profundamente. Su forma de ser, serena pero firme, y su capacidad para actuar en situaciones de crisis me resultaban envidiable. Me enseñó todo lo que sé. Su habilidad para inspirar lealtad y respeto siempre fue digna de mi admiración. Su muerte fue un golpe duro para mí, una pérdida que me costó superar, especialmente porque él conocía las verdaderas motivaciones por las que me infiltré en la organización.

La Habitación Oscura [+18] (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora