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Gracie Hills.

Bajo el efecto trampa.

Honestamente, no me gustaba que se uniera más gente al grupo. Ya tenía suficientes cosas con las que lidiar, y no quería sentir que todo se volvía más complicado. Pero, para ser sincera, que Elisa y Charlotte se hayan unido durante unos días me ponía de mal humor. A veces sentía que sobraba, como si ya no perteneciera al grupo. El único que de vez en cuando se acordaba de mí era Adam, y solo porque no paraba de pedirme consejos sobre las chicas de Tinder. Quizás sea una puta exagerada, porque todos se comportan igual que siempre y yo, los veía diferentes.

Cuando digo que Adam es el único que ha estado conmigo desde el primer día en Bali, siento que miento porque Darell también ha estado ahí para mí. Supongo que es válido aquello de que estoy celosa de un chico que ni siquiera es mío. Cada vez que Elisa se acercaba a él con otras intenciones, me ponía de los nervios. No me gustaba. Me hacía sentir insuficiente por dentro. Tendría que dejar de exagerar, pero ella estaba completa mientras que yo estaba vacía. A Darell le vendría bien alguien como ella.

Me ha dolido pensarlo.

He dormido muy poco, apenas cinco horas. Mi cuerpo está acostumbrado a no dormir mucho, así que no siento cansancio. Creo que cada vez me estoy recuperando un poco más. No es igual que al principio. Estoy teniendo nuevas sensaciones y nuevos sentimientos. Y tenía razón Oliver, estoy volviendo a vivir poco a poco sin darme cuenta.

Nos habíamos alquilado una casa con piscina y jardín. Se sentía demasiado grande para lo vacía que me sentía yo por dentro. Además, por mi mala suerte, solo hay dos habitaciones en la planta de arriba, mientras que en la de abajo no hay ninguna. Una de las habitaciones tiene dos camas y la otra una cama matrimonial. Los chicos querían sortear la habitación grande porque todos querían dormir allí, pero al final, como era de esperar. Elisa y Charlotte también participaban, ya que se quedaban con nosotros dos noches. No me hacía ninguna gracia.

Llevamos dos horas en la casa alquilada en Bali, así que estoy bastante tranquila. Se respira aire limpio, estoy tratando de evitar todo aquello que me pasa y vivir el presente.

—¿Mis ojos parecen cansados?—le pregunté a Adam.

—Pareces jungle.

Respiré y me senté a su lado en el sofá.

—¿Eso es bueno?

—Un poco, ¿sabes que el café es bueno para las ojeras? Me lo ha dicho mi madre—me contesta.

—Sí, lo sé.

Me crucé de brazos mientras observaba cómo se desarrollaba la situación. Todos estábamos en la sala de estar, para hacer un sorteo de camas. Era evidente que no tenía ninguna posibilidad de dormir en la habitación grande, y la idea de compartir espacio con Elisa y Charlotte me ponía de mal humor. Solo se han dirigido a mi dos veces contadas. No sé si les caigo mal o solamente son ellas dos y no les gusta que se una nadie más. Pero lo que tenía seguro es que no hay mucha relación de amistad entre nosotras. No eran como Leah: ella era mucho más sociable, divertida, bromeaba por todo, te escuchaba y...

Y no le gustaba Darell.

Leah era mucho mejor que ellas.

—Bueno, ¿cómo hacemos el sorteo? —preguntó Adam, tratando de mantener un tono ligero.

—Podríamos tirar una moneda o hacer papeletas —sugirió Elisa con una sonrisa. Parecía disfrutar del juego.

—¿No podemos simplemente decidirlo sin tanto drama? —dije, intentando ocultar mi frustración.

Todas las estrellas que nunca tocamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora