"Mafia"

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Cassian

Me convertí en un criminal de élite, no por obligación, sino porque lo disfruté. Empecé como un abogado de la mafia, pero el poder me cambió. Ahora, soy el líder de un clan que domina el crimen, y el miedo que inspiro es tan natural como mi siguiente movimiento. No tengo que levantar la voz ni amenazar; basta con mi presencia para que cualquiera entienda que no hay escape. Mi autoridad no se cuestiona, y quien lo intenta no vive para contarlo.

La pistola juega entre mis manos la miro con interés. A veces, hay que abrazar la oscuridad y convertirse en el verdadero villano para tomar el control de tu propia historia.

—¿Qué te trae por aquí, Tony?—divisó como ingresa a mi oficina—No esperaba verte en mi despacho.

—El abogado de la mafia.—mostró media sonrisa.

—¿Algún informe sobre movimientos de otros clanes?—lo ignoré y pregunté.

—Ninguno, señor. El clan Corleone aún no ha actuado. Parece que le tienen miedo al imperio Rostov.

—Deben tenerme miedo. No ando con juegos. Informa a todos que no toleraré ninguna provocación.

Tony y yo tenemos una historia complicada. Una vez, salvé la vida de Tony en circunstancias peligrosas. Desde entonces, él se siente en deuda conmigo. Sin embargo, yo no tengo amigos, ni tengo interés en hacerlos. Mi lealtad reside únicamente en mis propios intereses y en conservar mi posición en la cima del mundo del crimen.

El clan Corleone ha sido mi enemigo durante años, y mi reputación como un despiadado criminal y maestro en el arte de la ley es bien conocida. En este negocio, la confianza es un lujo que no puedo permitirme, y la lealtad es una moneda de cambio.

—Le informaré todo, señor. No podemos bajar la guardia con el clan Corleone.—responde mi subordinado. Es crucial mantenernos alerta y preparados para cualquier movimiento que puedan hacer.

—Mataré a quien tenga que matar.—no me andaba con rodeos.

¿Qué sería de un líder que no se haya ensuciado las manos para alcanzar su posición? Soy cruel y todos me temen por lo despiadado que puedo llegar a ser. Mi habilidad para manejar las leyes y el crimen me ha llevado a la cima, y no admito ninguna amenaza a mi imperio.

—Tenemos un traidor en custodia señor. —me informa.

—Llévame con el.—exijo.

Cuando llegué a la bodega, el ambiente era pesado, impregnado del olor metálico de la sangre y el polvo. Las luces apenas iluminaban el vasto espacio, proyectando sombras largas y siniestras. Mis hombres, fieles y temibles, estaban dispersos por el lugar, vigilando con atención. En el centro, bajo un foco solitario, se encontraba el traidor. Amarrado a una silla, sus muñecas y tobillos estaban ensangrentados por las ataduras apretadas.

Pude ver el miedo en sus ojos, aunque trataba de ocultarlo. Intentaba no flaquear, pero su respiración agitada y el sudor que perlaba su frente lo delataban.

—¿Qué tengo en mis manos?—el levantó la cabeza con dificultad y me miró a los ojos, intentando aparentar valentía.

—Cassian —gimió, su voz quebrada—, no sabía lo que hacía.

Sonreí con impavidez, sacando un cigarro de mi chaqueta y encendiéndolo. Inhalé profundamente, dejando que el humo llenara mis pulmones antes de soltarlo en su dirección.

—No sabías lo que hacías —repetí, cada palabra con veneno—. Marco, con el abogado de la mafia no se juega. Tú lo sabías. Y aún así, decidiste traicionarme.

Él tragó saliva, sus ojos moviéndose frenéticamente en busca de una salida que no existía. Los guardias a mi alrededor se mantuvieron firmes, preparados para actuar a mi señal.

—Fue un error —balbuceó—. Un estúpido error. ¡Por favor, Cassian, te lo ruego!

Me incliné hacia adelante, apoyando los codos en mis rodillas, el cigarro aún en mis labios. Lo observé detenidamente, disfrutando de su desesperación.

—Un error —dije suavemente—. ¿Sabes cuál fue tu verdadero error, Marco? Creer que podías traicionarme y salir impune.

Levanté la mano, y uno de mis hombres se acercó, entregándome una pistola que cargué de balas sin apartar la vista de sus ojos plenos de miedo. Nada me daba más placer, que verlo así; indefenso, vulnerable, y suplicando por su asquerosa vida.

—Señor, Rostov—imploró—Por favor, se lo ruego señor.

—La lealtad es lo más importante. Has fallado en el único aspecto que nunca deberías haber fallado.

El traidor balbuceó algo ininteligible, sus ojos desorbitados por el dolor.

Sin desviar mi objetivo del blanco. Levanté el arma, y le disparé en la sien volándose los sesos; su cuerpo cayó hacia atrás inerte, y la sangre me salpicó la camisa.

—Limpia esto—me dirigí a Tony—Aseguarte que todos reciban el mensaje—arregle las mangas de mi camisa manchadas de sangre—Conmigo no se juega, y si quieren jugar yo les enseñaré cómo.

Llego a casa y todo está oscuro. Me encamino hacia el sofá, pero Mavie no está ahí. Debe estar durmiendo en mi cama, quizás con alguna de mis camisas. Me quito la chaqueta y me dirijo directamente a mi habitación. Ahí la encuentro, durmiendo placenteramente bajo mis sábanas.

Aún no comprendo por qué hago esto. ¿Por qué le dije que no regresaría a dormir solo para que se durmiera en mi cama? Es porque, a pesar de mi deseo de mantener las distancias, algo en mí anhela su presencia, incluso si es solo mientras duerme.

Me siento en una esquina de la cama y paso una mano por su cabello, delicadamente poniendo un mechón detrás de su oreja. Es algo íntimo, quizás demasiado, pero en este momento, no puedo evitar sentirme conectado a ella de alguna manera.

—Eres un desastre incluso hasta durmiendo, pequeña.

Me retiré de la habitación con rumbo a mi oficina. No podía permitirme sentir atracción por ella; sería un suicidio para mí. Nunca podría amarla. Soy un lobo solitario y no deseo cambiar eso. Mantener las distancias es mi única opción para protegerme a mí mismo y a ella.

Al día posterior, me levanté temprano para que ella no se diera cuenta de que estaba aquí. Mientras leía el periódico y tomaba mi taza de café, ella salió apresurada. Me hice el desinteresado, pero la miré de reojo. Llevaba el cabello recogido en una cola alta, un hilo suelto, sus patines en mano, y un vestuario que no dejaba mucho a la imaginación.

—No lo escuché llegar señor—me mira y no le presto atención.

—Llegue hace un momento—continué leyendo el periódico.

—Hoy iré a patinar, y llegaré tarde.—anuncia.

Dejo de leer el periódico de golpe cuando ella dice que llegará tarde, y todo mi sistema de alerta se activa de inmediato.

—¿Porque llegarás tarde?

—Galan y yo iremos a una competencia de patinaje, que se realizará en la próxima semana.

—¿Quien es Galan?— replicó al tal Galán y algo dentro de mí se incomoda. ¿Será el idiota que le trajo la otra vez?

—Un amigo—afirmo amigo, claro, y los primos no se besan en la boca.

—Voy tarde. Adiós señor.

—Mavie, espera...

Sale apresurada sin dejarme hablar. Me quedo solo en la sala, con la pregunta martillando en mi cabeza: ¿Quién diablos es ese y qué quiere con ella? Mi mente se llena de especulaciones mientras intento desentrañar los posibles motivos de su presencia en mi vida.

—¿Acaso estoy sintiendo celos?—negué—Mierda creo que estoy celoso.

"El Abogado de la Mafia" { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏 𝐂𝐨𝐦𝐩𝐥𝐞𝐭𝐨✅}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora