Capítulo 12

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-¿Qué quieren el cronógrafo? –preguntó Raphael incrédulo.

-Es lo que dice Falk. Mira. –pronunció tendiéndole el teléfono a Raphael.

Raphael abrió los ojos como platos para después pasarle el teléfono a Leslie. Ella reaccionó de la misma manera, mientras yo me sentía excluida.

-¿Y se puede saber por qué diablos Falk quiere mi cronógrafo? –pregunté irritada, y haciendo un especial énfasis en la palara "mi".

-No lo dice. Solo precisa que se lo llevemos rápido. Él debe saber que el cronógrafo está aquí.

Un sudor frío me recorrió por la espalda. "¿Por qué tengo que darles mi cronógrafo? ¿Será acaso que...? No. Imposible." Me dije, tratando de callar esa estresante voz en mi cabeza. "Bien, ahora estoy actuando como una esquizofrénica. ¿Cómo puede ser que dudes tanto de él, Gwendolyn? ¡Él es la razón principal de que tú estés aquí! ¿Qué pasó con la confianza? ¿Qué pasó con..?"

-Fuiste tú, ¿cierto? –le pregunté tristemente a Gideon, sin poder reprimir las palabras que salían de mi boca sin que siquiera yo las hubiera formulado. O quizás si lo hice.

-¿Pero de qué mierda me estás hablando, Gwendolyn? –me respondió frunciendo el ceño.

-Fuiste tú. Tú le dijiste a Falk sobre el cronógrafo. –contesté firmemente. "¿Pero qué mierda es lo que estoy haciendo ahora?"

-¡Por supuesto que no, Gwenny! ¿Me crees capaz de poner tu propia vida en riesgo al dejarla en las manos de estos locos?

Reí un poco. Su expresión ofendida era muy parecida a James, aunque en él lograba verse no divertido, si no terriblemente sexy. Los labios apretados, los hombros hacia atrás, el cabello rebelde cayendo sobre éstos... algo simplemente magnífico.

-¿Y ahora se puede saber de qué mierda te ríes? ¡Gwendolyn, a veces, simplemente eres capaz de hacerme explotar! Gwenny, yo te amo, pero eres tan impredecible, tan...

Me incliné hacia a él y lo hice callar con un tierno beso.

-¿Y se puede saber porque decimos la palabra "mierda" tan repetidas veces? –le contesté con una sonrisa.

Gideon me atrajo hacia él y me besó aún más. Yo estaba en mi propio mundo, contemplando las estrellas, el cielo, la tranquilidad que me causaba estar en brazos de Gideon. Lamentablemente, esto duró muy poco.

-Chicos, ¿podrían dejar de hacer eso de una buena vez? –nos preguntó irritada Leslie. –Ya me están hartando con tanto besuqueo.

-Concuerdo con ella, chica del pajar. –respondió Xemerius volando desde la ventana hasta el sitio al lado mío. –Parece que ambos se quieren comer.

-¡No es verdad! –respondí como una niña de cuatro años. –En todo caso, Xemerius, él es quien me quiere comer a mí.

Todos estallaron en sonoras carcajadas, y fue en ese incómodo momento cuando me di cuenta que no estaba yo sola en mi habitación, hablando tranquilamente con Xemerius como lo hacía habitualmente.

Me sonrojé cual tomate y me llevé una mano a mi rostro, mientras los demás seguían burlándose de mí.

-Bien, chicos, tenemos que seguir con esto. –consiguió decir Leslie mientras tomaba grandes bocanadas de aire y señalaba la delicada pantalla del teléfono de Gideon.

-¿Y qué pretendes que hagamos, si ni siquiera conocemos las intenciones del conde? En lugar de actuar a nuestro favor, cualquier descuido de nuestra parte nos podría dejar como indefensos niñitos clamando por nuestras madres. –Exclamó Raphael, luego de meditar un rato.

Todos asentimos en silencio, mientras exprimíamos al máximo nuestros cerebros a fin de obtener una idea, y aunque no fuera realmente buena, que calificara como "respetable".

Durante ese corto lapso de tiempo, escuchamos un pequeño sonido que venía desde el otro lado de la habitación. Mi celular, sin duda alguna. Me levanté tranquilamente a revisarlo, pero justo cuando lo tomé entre mis manos, el sonido más perturbador que puede haber escuchado hasta ahora llegó a mis oídos.

Mis pequeños hermanos gritaban, desesperados, mi nombre.

Le arrojé, sin malas intenciones realmente, el celular a Leslie; que lo atrapó fácilmente.

Gideon y Raphael tomaron la delantera mientras yo me congelaba en mi sitio, viéndolos salir velozmente de mi habitación, como en una película.

Desperté y me dirigí a la salida, tambaleante y seguida por Leslie. En el momento que llegamos al primer piso, Raphael subía hacia nosotras, con aire derrotado.

-Los seguimos, pero me caí apenas había pasado las dos cuadras. Afortunadamente Gideon fue más listo que yo y tomó su mini, pero nada nos garantiza que los pueda alcanzar.

Mi cerebro ahora estaba apunto e explotar. No entendí ni una sola palabra de Raphael, mas, al parecer, Leslie lo comprendió perfectamente.

-¿De qué maldita mierda me estás hablando, Raphael? –le contesté bruscamente.

Raphael me miró con sus enormes ojos verdes y una expresión triste dibujada en ellos, pero no me dijo absolutamente nada.

-Gwenny, lo decía todo en el mensaje de tu celular. –respondió Leslie cuidadosamente. –Se los llevó. Ese maldito los secuestró.

Me derrumbé. En ese momento todo pareció tener sentido.

Como no le llevé el maldito aparatejo a su tres veces maldito dueño, él nos mandó una advertencia. Se llevó a mis hermanos, una de mis prioridades en toda la vida.

Me levanté sin decir palabra y fui directamente por el cronógrafo, tratándolo sin especial cuidado; una gran maleta y la caja de herramientas de Mr. Bernhard.

-Trae tu mini, Raphael. Si esto es lo que quiere, ese maldito conde lo tendrá. –dije decididamente.

-Gwenny, ahora estás afectada, y te sugiero que vuelvas a la cama y dejes esa cosa infernal en donde estaba. – me respondió Raphael con el mismo tono de cuidado que había usado Leslie.

Las lágrimas llegaron de nuevo a mi rostro, y no hice nada para ocultarlas.

Pero cuando todo se difuminó ante mis ojos, tuve la suficiente sensatez para dejar caer el cronógrafo sobre la alfombra, arrojé la maleta hacia el rincón; aunque no tuve el tiempo ni fuerza suficiente para dejar en el presente la caja de herramientas.

Y estaba ahí de nuevo. En el pasado. 

Había saltado de nuevo incontroladamente.

Diamante (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora