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Gracie Hills.

La lluvia y sus consecuencias.

Darell tiene la garganta irritada y su voz está completamente afónica. Desde que llegamos al hotel en Nueva York, ha pasado toda la noche con fiebre alta y escalofríos. Su piel está pálida y empapada de sudor, y cada vez que intenta hablar, apenas consigue emitir un susurro rasposo. Sus ojos, vidriosos por la fiebre, revelan su malestar.

No puedo dejar de pensar que es por culpa de la lluvia de Bali.

Si mal no me equivoco, caminar bajo la lluvia en Bali durante media hora hizo que se enfermara, y no puedo evitar sentirme un poco culpable. Hemos dormido abrazados, a pesar de que insistió en que no lo hiciera por si me contagiaba. Y para ser honesta, nos hemos besado un par de veces más a escondidas, y por ahora, no tengo esos síntomas de estar enferma. Me sentía bien. O eso creo por ahora. Darell, sigue durmiendo, con su brazo rodeando mi cintura, su respiración suave y constante contra mi cuello. Se siente mágico y diferente. Más bien, todo había empezado a ser diferente entre nosotros...

Los chicos, no saben que somos algo más que amigos y esas movidas. Porque lo llevábamos de una manera silenciosa. De momento, prefiero mantenerme un tanto discreta y en silencio. Para que no sospechen de nada.

Sigo acostada, oigo unos susurros, miradas y risas en la habitación. Puedo suponer que son Oliver y Adam, hablando, pero hay algo más en su tono. Abro los ojos lentamente y veo a Adam con su móvil, haciéndonos fotos, y a Oliver grabando con la cámara de una manera bastante graciosa. Me aparto de Darell, rápidamente, pero tarde. Tienen bastantes fotos nuestras abrazados y supongo que un vídeo también.

—¿Qué se supone que estáis haciendo? —les pregunto, mi voz en un susurro para no despertar a Darell.

Adam se detiene, con una sonrisa traviesa.

—Estoy grabando los mejores momentos.

—Te aseguró que este no es uno de los mejores—le dije sería—Borra eso.

—No. Estas fotos y vídeos, en un futuro valdrán millones. Las tendre de recuerdo, hasta que os hagáis viejos.—Comenta Adam.

—¿Viejos?—repito.

—Si. Recuerda que todas las personas envejecen.

Le tiró un cojín sería y el se ríe.

—¡Sal de aquí antes de que te lance algo más pesado! —le digo, seria.

Oliver se ríe y deja de grabar.

—Está bien, está bien. Ya nos vamos. Solo queríamos capturar este momento tan... íntimo —dice, haciendo un gesto exagerado con las manos.

—Borrarlo.

—Si, ya lo haremos.—lo dijo en un tono de deja, porque se que no lo harán.

Darell se remueve un poco y abre los ojos, todavía adormilado. Me sonríe al mirarme, mientras los chicos siguen parados enfrente de la cama, observándonos con curiosidad. Le hago un gesto con los ojos y él lo capta al instante. Querer besarle no es una buena opción por la mañana y, no es fácil con otras personas alrededor. Aunque pensándolo, ¿Cuál era la razón por la cual, no les hemos dicho que nos hemos besado? Es sencillo. La razón soy yo. Sí, siempre parece que se trata de mí. Pero realmente no quiero que las cosas se esparcen rápidamente. Prefiero que todo ocurra poco a poco y que, eventualmente, se den cuenta por sí mismos, si es que no lo han hecho ya.

Los chicos se apartan y me levanto de la cama. Mi pies sienten el frío del suelo. Camino hacia el baño. Observó en silencio a Darell, quien no dejaba de perseguirme con la mirada. ¿Me está mirando a mi o mi culo? Entro al baño, me cepillo los dientes, me estiro un poco y vuelvo a salir. Darell sigue tumbado en la cama, con los ojos cerrados y respirando por la boca. Los chicos están hablando sobre las grabaciones de hoy. Les veo organizarse por si solos, ya que Darell esta vez no podrá incluirse en el plan. Encuentro un vaso encima de una mesita de noche, creo que es de Oliver hay también, leche de avena. ¿Le vendría bien a Darell un poco? Creo que si. Sirvió un poco y se la llevó.

Todas las estrellas que nunca tocamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora