"La carrera"

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MAVIE

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MAVIE

La pista cobra vida con destellos de luz que serpentean como fuego líquido a lo largo del circuito. El dolor sigue persistente en mi tobillo, pero no voy a dejar que esto me detenga. Me había prometido a mí misma que estaría aquí, y no soy de las que rompen sus promesas.

Mis botas rechinan levemente sobre el pavimento camino hacia mi coche. La incomodidad de mi herida envía un latigazo de dolor a través de mi pierna, mantengo la cabeza en alto. No puedo permitirme mostrar debilidad, especialmente no hoy. Al llegar a mi auto, me inclino para ajustar mis guantes y casco, asegurándome de que todo esté perfecto.

Veo a Izan en el otro extremo del circuito. Su mirada es una burla. Él sabe que estoy herida, no me conoce. No se imagina lo mucho que he entrenado para este momento, lo que estoy dispuesta a soportar.

—¿Listos para la carrera? —pregunta el árbitro, y ambos asentimos.

—Voy a ganar esta carrera, Izan. No hay duda al respecto.

—Eso ya lo veremos, Mavie. No subestimes la competencia.

—No eres competencia para mí.—escupí—Traidor.

El semáforo cambia de rojo a verde, y me lanzo hacia adelante con todo lo que tengo. Izan está a mi lado, su coche como una sombra. Procedo a no mirarlo, concentrándome en mis propios movimientos, en la técnica que tanto he practicado. En un intento de adelantarse, Izan me empuja con su coche. Casi pierdo el control, me recupero rápidamente, usando la adrenalina para mantenerme en la carrera.

El público es un borrón de ruido a nuestro alrededor. Sus gritos y aplausos crean una cacofonía que apenas registro. Todo lo que importa es la próxima curva, la siguiente recta, el momento en que cruzaré la línea de meta.

La última vuelta se siente interminable. El sudor me resbala por la frente bajo el casco, Izan intenta adelantarme de nuevo en la recta final, pero logro mantener mi posición. Veo la línea de meta acercándose. Aprieto el acelerador al máximo, exigiéndole a mi coche cada onza de velocidad que tiene.

En los últimos metros, Izan y yo estamos codo a codo. Puedo ver el malogró en su mirada a través de la ventana de su coche. Hago un último esfuerzo y cruzo la meta primero, he ganado, repito he vuelto a triunfar. El rugido del público es ensordecedor mientras freno y me quito el casco. El aire fresco en mi rostro me recibe. Izan cruza la línea segundos después y estaciona su coche bruscamente. Baja de su vehículo con una declaración de enojo.

—¡No puede ser! —grita, caminando hacia mí con los puños apretados—. ¡Estabas lesionada!

—Parece que incluso con una lesión, soy mejor que tú —respondo, sonriente de victoria.

—Esto no se queda así —amenaza, antes de girar sobre sus talones y alejarse.

El dolor en mi tobillo se vuelve insoportable con cada paso que doy hacia el departamento de Cassian.
Abro la puerta y entro, siendo recibida por el silencio de la espaciosa sala. Me quito el zapato, liberando mi tobillo hinchado. La piel está enrojecida y palpitante, y sé que debería haber buscado ayuda médica.

—Tengo frío—tiemblo—Mucho frío.

Mis manos temblaban ligeramente un sudor frío recorre mi frente. Intenté controlar mi respiración, más no pude. Miré alrededor, buscando alguna señal de él, pero solo encontraba sombras que se alargaban en las paredes a medida que el sol se ocultaba.

Caminé hacia el baño con pasos torpes, arrastrando los pies. El agua tibia de la bañera parecía la única salvación en medio de aquel maremoto frío. Me apoyé en el borde y con dificultad, levanté una pierna y luego la otra para entrar. Me recosté despacio en la bañera, dejando que el agua tibia abrazara cada centímetro de mi cuerpo. El cansancio comenzaba a apoderarse de mí, como una pesada manta que se deslizaba sobre mis hombros.

Mis brazos se volvieron pesados, incapaces de sostener el peso de mi cabeza. El agua seguía acariciando mi piel, ya no me sentía tan segura como al principio. La debilidad se embargó mis extremidades, volviéndolas hechas plomo. Actúo por mantenerme consciente, luchando contra el sueño que amenazaba con arrastrarme hacia sus brazos. Me rendí por el cansancio que me envolvía. El agua seguía ahí, sosteniéndome, pero yo ya no podía luchar más.

—Cassian—susurre hundiéndome en la tina llana de agua.

Cassian

Tony vuelve a interrumpir en mi oficina maldigo por lo bajo ¿ahora qué se le olvidó?

—Señor, es importante—anexa apresuradamente—Me olvidé de mencionarle que Galán no está en el país y que la señorita Montes fue vista corriendo autos ilegales por última vez. Ganó y se fue a casa, pero su estado es lamentable, me informa Lorenzo.

Esta vez no pude contener mi descontento. Mavie siempre está causando problemas, y por más que quiera evitarlo; una sonrisa media cruza mis labios esa malcriada es peligrosa.

—Tony, ¿por qué demonios no me informaste de esto antes?—inquirí—Ese insecto patinador, quiero que lo vigiles y me informes todo. ¿Entiendes?

—Lo siento, señor. Fue un error no comunicárselo antes.

—Otro error Tony—lo miré sin mostrar compasión alguna—Y te vuelo la cabeza—sentenció.

—Si, señor—dijo, y se fue.

Me quedé solo, repasando mentalmente los detalles que acababa de recibir. Decidí olvidarme del trabajo por un instante y dirigirme a mi departamento en busca de Mavie.

Reanude en casa con ella martillando mis pensamientos. Está herida y es una maldita desobediente. Me quité el saco y lo dejé sobre el guardarropa. La llamé, pero no obtuve respuesta. La desesperación de no saber de ella comenzó a crecer. La busqué por toda la sala sin éxito. Volví a llamarla mientras me dirigía al baño. La puerta estaba cerrada. Escuché el sonido del agua cayendo.

—Mavie—pateo la puerta—¡Maldición abre!

Su silencio es mi condena, el agua que cae mi miedo, y por primera vez en mi vida, lo siento. Exploro el temor de que algo malo le está pasando y ni siquiera puedo abrir esta puta puerta que yace cerrada frente a mí. No mido mis acciones y, con los puños cerrados, comienzo a golpear una y otra vez. Mis nudillos se vuelven rojos, y la sangre empieza a brotar.

—Por favor, pequeña respóndeme—suplicó ahogando un jadeo inquietante.

Me desconozco: es la primera vez que digo estas palabras. Ella es la única a la que le rogaría en mi vida. En un acto desesperado, retrocedo y tiro la puerta del baño abajo.

La puerta cae, y lo que ven mis ojos a continuación me devuelve al pasado, a cuando mi nana estaba frente a mí muerta sin vida. Era un niño que lo perdió todo, y ese mismo dolor regresa, recordándome que en mi infierno, nadie vendrá a salvarme.

"El Abogado de la Mafia" { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏 𝐂𝐨𝐦𝐩𝐥𝐞𝐭𝐨✅}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora