"Feliz cumpleaños Mavie"

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Mavie

El cielo era solo una palabra, pero la boca de Cassian era el significado.

Hoy era mi cumpleaños. Un día que solía pasar desapercibido, uno de esos que prefería olvidar. Pero desde que papá me adoptó, todo cambió. Se convirtió en una fecha especial, en un motivo para sonreír. Me removí entre las sábanas, aún con el cuerpo vibrando por lo que sucedió anoche. No me arrepentía. Me gustó demasiado. El era mi novio. Suena absurdo, casi surreal. Hace solo unos días nos lanzábamos cuchillos con la mirada, y ahora dormía a mi lado.

Lo observé. Tranquilo, sereno, como si el mundo no pudiera tocarlo ni en sueños. Quise tomarle una foto. Incluso dormido, ese hombre era un pecado. Un delirio de perfección. Me levanté con cuidado, tomé una toalla y me escabullí al baño. Me lavé apresuradamente, no porque quisiera alejarme, sino porque temía que se despertara... y termináramos demorándonos más de la cuenta bajo el agua.

Cuando salí del baño, la cama ya estaba vacía. Fruncí el ceño. Había jurado que no se despertaría tan pronto. Me llevé la toalla al cabello, aún goteando, y di un par de pasos hacia la habitación... hasta que unos brazos rodearon mi cintura por detrás.

—Buenos días —me susurra al oído.

—¿Cassian Rostov dando los buenos días? Eso es raro—añado con una sonrisa.

—Tú me tienes a tus pies —dice él, besándome el cuello.

—Hoy tengo un litigio crucial, así que estaré ausente a la hora del almuerzo.

Me volví hacia él y enlacé mis brazos en torno a su cuello. Justo hoy, tenía que ser hoy... el día de mi cumpleaños. Y él, ajeno por completo.

—¿De verdad es imprescindible que te vayas?

—Lo siento, vida mía. He malgastado tiempo y debo compensarlo con trabajo.

—Está bien. Saldré un rato, necesito hacer unas compras.

—Elige el vehículo que más te plazca. Y usa cualquiera de mis tarjetas, tienes acceso como principal.

Unos minutos después, él ya vestía su traje negro y el aroma de su colonia comenzaba a llenar la habitación. Yo, ya arreglada, me acerqué justo cuando intentaba anudarse la corbata. Al colocar mis manos en su cuello para quitársela, se quedó quieto, como si algo en mi tacto lo desconcertara.

—¿Te perturba que te roce?—pregunté mientras ajustaba el nudo. Aprendí a hacerlo con las corbatas de papá. —No pretendo invadir tu espacio.

—Eres la única mujer a la que he permitido franquear mi cercanía. No levanto muros contigo. No hay temores.

—Está impecablemente ataviado para presentarse ante ese estrado, señor Rostov —susurré al alisar su solapa—. Lucen bien juntos: la ley y usted.

—Esta noche, dejaras de ser virgen. —Me dio un beso rápido en los labios, y abandonó la habitación.

Cuando crucé el umbral del salón, lo encontré conversando por teléfono. Al notar mi presencia, interrumpió la llamada y alargó su mano hacia mí.  Se la ofrecí, y él la llevó con lentitud hasta su boca, rozando con sus labios la curva de mis nudillos. Él era la encarnación de todo lo indebido, pero ante mis ojos... era la única forma en que el mundo tenía sentido.

—¿Nos vemos pequeña?

Di una pequeña señal con la cabeza y avancé a su lado, tomándole la mano. Al pisar el garaje subterráneo donde reposaban sus automóviles, me guió directo hacia un McLaren rojo brillante. Su elección no era casual; ese coche gritaba peligro, como él.

"El Abogado de la Mafia" { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏}   𝐁𝐨𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐞𝐜𝐢𝐨́𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora