𝐌𝐎𝐍 𝐀𝐌𝐎𝐔𝐑 - 𝗮𝗻𝘁𝗵𝗼𝗻𝘆 𝗯𝗿𝗶𝗱𝗴𝗲𝗿𝘁𝗼𝗻

<< 𝟑𝟒 >>

En el jardín de la vida, los tulipanes se erigen como símbolos de esperanza, mientras las abejas, con sus zumbidos persistentes, evocan recuerdos dolorosos. Entre la fragancia de las flores y el veneno del pasado, alguien se debate entre el deber y el anhelo, en una danza eterna donde las decisiones deben tomarse antes de que la melodía se desvanezca.

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,
7 de mayo de 1814

Anthony había pasado la mayor parte de la noche en vela, pensando en Annette. Era todo lo que pasaba por su mente. Se había dado cuenta de que pensaba demasiado en ella. Sus días se basaban en eso: cuando lo sacaba de quicio, cuando reían, cuando la besó, cuando lloraba, y ahora por verla comprometida. ¿En qué momento había sucedido eso? ¿Cómo Annette había pasado a ocupar el noventa por ciento de sus pensamientos?

Toda esta situación le provocaba frustración, o más bien lo que él sentía. ¿Por qué no podía parar de pensar en ella? El deseo que tenía hacia ella parecía solo aumentar. La forma en que se movía, en que reía, en que hablaba, todo en ella era obsesivo. Él solo quería que la llama que había entre ellos se apagara, pero en cambio, Annette, sin darse cuenta, la iba alimentando.

Su deseo por ella opacaba tanto sus sentimientos que se había olvidado de su principal objetivo de estos días: pasar tiempo con Edwina y pedirle matrimonio. Tal vez tendría que hacer eso. Sería lo correcto. Tendrían un matrimonio feliz y amistoso. Edwina era una chica bella, agradable e inteligente, pero... no sentía nada por ella. ¿Aunque no era ese su objetivo? Casarse con alguien con quien nunca podría tener sentimientos románticos.

Estaba enfadado consigo mismo porque, aunque sabía que debía pedirle matrimonio a Edwina, el pensamiento de Annette le impedía hacerlo. ¿La atracción que sentía hacia ella estaba trascendiendo a algo más? ¿Se estaría enamorando de ella? No, no podía ser. No podía estar enamorado. Se había alejado de ella por esa misma razón, para eliminar todo rastro de sentimiento y evitar que aumentaran, pero en cambio, cada vez que la chica entraba en una habitación, aquel espantoso hormigueo le consumía.

Miró por la ventana y ahí estaba, observando los tulipanes. Necesitaba hablar con ella. No podía casarse con Sinclair. ¿Cómo iba a casarse con ese idiota? No podía.

Se vistió rápidamente y bajó hasta dirigirse a donde se encontraba la chica.

Ahí estaba, tan bella como siempre, acariciando los tulipanes con una sonrisa. El corazón de Anthony se aceleró, y sintió un nudo en el estómago. Tragó saliva antes de pronunciar su nombre.

— Annette.

La chica dio un saltito del susto y se giró.

— Oh Anthony— sonrió —, me habías asustado.

Annette lo miró confundida al ver que no respondía, parecía estar pensando algo, como si no se atreviera a decirlo. 

— ¿Anthony?— preguntó extrañada.

Anthony la miró, intentando ordenar sus pensamientos y encontrar las palabras adecuadas.

— No puedes casarte con él.

La francesa parpadeó confundida.

— ¿Q-qué?

¿Anthony pensaba que iba a casarse?

— ¡No puedes casarte con él, Annette! — repitió exclamando.

Annette retrocedió algo aturdida por su tono de voz, ¿qué le sucedía? ¿Porqué pensaba que iba a casarse? ¿Porqué parecía importarle tanto? ¿Y porqué le hablaba así?