"Bajo las uvas"

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Cassian

Tan pronto como pisamos la hacienda, guié a mi mujer hacia otro vehículo. Me aislaría con ella durante todo un fin de semana. No deseaba distracciones entre nosotros. Mantenía la mirada fija en la carretera mientras guiaba el volante con mi brazo derecho, dejando descansar mi mano izquierda en la pierna de Mavie. Ella se movió nerviosa y sonrojada, y reí por lo bajo disfrutando de cómo reaccionaba. Solo yo podría hacerla sonrojar de esa manera, hacerla temblar y gemir. Solo Cassian Rostov.

—¿Todo en orden vida?—desvíe la mirada hacia ella. Sujetándole las piernas con más fuerza.

—Me pones muy nerviosa—confiesa.—Ni siquiera me quieres decir a dónde vamos.

—Ten en cuenta que solo yo podré ponerte así. Es una sorpresa lo sabrás en su debido momento.

—¿Es una amenaza?

—Es una advertencia.

—Se obediente y ábreme tus piernas ¿Si?

—¿Qué piensas hacerme?

—Le daré otro orgasmo digno a mi reina—sus mejillas regresan al color rojizo.—Abre, pequeña abre.

—Pero estás manejando Cassian.

—¿Confías en tu hombre?

—Me gusta eso. "Mi hombre"

—Si, solo tuyo. Ahora despliega esas piernas para mi.

El semáforo cambió a verde, volví hacia la carretera pero sin soltar su muslo. Sus labios fueron presa de sus nervios., pero asintió con un gesto seductor.

—Cuenta hasta tres, pequeña.

Ella me abrió las piernas, con cuidado separándolas de su centro. Él temblor de sus muslos no la abandona, ella llevaba una minifalda negra que le quedaba hasta la rodillas. La tela de sus bragas, era fina, muy delgada me fue muy fácil ponerlas de lado.

—Uno, dos...

—Tres—gimió alto.

Implemente un dedo en los más hondo de su vagina. Removí en círculos en su centro de interno a extremo. Lo metí otra vez sin indulgencia, un silbido agudo surgió de su garganta ante mi brusquedad. "Ella es el infierno y el cielo, mi condena y mi salvación."

—No te atrevas a cerrarlas—interpeló con los ojos puestos en la carretera.

Proseguí mis maniobras en su coño, sin apartar el panorama del camino. Incruste un segundo dedo que me ayudo, a secarle la garganta gimiendo muy elevado. Retrocedí hacia atrás, y luego volví hacia adelante con mis dedos en su coño más de prisa. Detectando como el orgasmo se adueñó de ella. Mavie, se dejó ir, corriéndose en mis puntas, sus fluidos chorreaban entre mis dedos.

—Eso me gustó mucho—admitió enrojecida—Eres atroz...

—Me gusta complacer a mi mujer—le sonrió—Solo estoy calentando contigo vida.

Aleje mi mano de su centro. Ella me observó intensa, y jadeante, sin apartarme de su mirada me llevé los dedos hacia mi boca saboreando sus fluidos. Me encanta esta mujer. "Mi mujer"

—¿Qué haces?—me miró sin palabras.

—Me delito con el saber de mi mujer ¿Algún problema pequeña?

—No—se ruborizó—No lo hay.

Centre mi atención en la vía. Ella se acomodó en el asiento. Mi mano continúa en su pierna, marcando con posesión su muslo. Ella era suya, pero eternamente mía. Minutos después, estacionó el auto en el estacionamiento de la cabaña. Me quitó el cinturón de seguridad y me acercó a ella. Tenía las mejillas rojas y los ojos cerrados. Escucharla respirar es lo único que me mantiene cuerdo. Toqué su mejilla y rocé nuestros labios.

"El Abogado de la Mafia" © { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏}   𝐁𝐨𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐞𝐜𝐢𝐨́𝐧 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora