66 - Una decisión difícil

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ANA

Esta mañana me quedé dormida en la casa de Flor. No me extrañó, pues la melancolía nos mantuvo despiertas hasta altas horas de la noche. Cuando parecía que Flor se había calmado, rompía a llorar de nuevo, provocándome una inmensa pena porque yo no sabía qué más hacer para consolarla. Caricias, besos, abrazos, frases positivas, nada era suficiente para aliviar su dolor. Supongo que el propio agotamiento de tanto llorar fue el que terminó venciéndola.

Yo estaba dispuesta a saltarme las clases de hoy, incluso había hablado con mi madre para avisarle de la situación con el fin de que no se preocupara por mi ausencia, pero Flor se opuso rotundamente y su abuela me aseguró que estaría a cargo de ella, que podía irme tranquila. Al ver que Flor ni siquiera le hacía caso a la tostada que tenía para desayunar, me costó ceder, pero lo hice con la condición de que estaríamos en contacto a lo largo del día y de que pasaría la tarde con ella. La pobre capitana tenía claro lo que quería, pero aún no había tomado una decisión porque no se veía con fuerzas para ello. Necesitaba tiempo.

Después de irme de su casa, pasé por la mía para asearme, ponerme el uniforme y venir al instituto. El día me parece deprimente y, para colmo, las nubes grises que oscurecen el cielo empeoran esa sensación. A media mañana, entro en mi aula antes de que empiece la siguiente hora de clase.

—Parece que a alguien se le pegaron las sábanas —bromea Mauro al verme pasar.

Con una débil sonrisa, lo saludo y a mis otros amigos también. Sin embargo, otra cosa capta la atención de mis ojos irritados al instante. Laura no está. Su puesto está absolutamente vacío, no hay rastro ni de su mochila, nuestra mesa es un desierto, por lo que ni siquiera puedo asumir que haya ido al baño. Ella nunca se saltaría un día lectivo sin una razón. ¿Le habrá pasado algo a esa niña?

—Clara... —llamo a la compañera que se sienta delante de mí tras sentarme en mi silla.

—¿Sí? —dice Clara al voltear la cara hacia mí.

—¿Has visto a Laura hoy?

—No, no ha venido a las primeras horas. Supongo que no vendrá hoy.

—Vale, gracias.

Se me hace raro ver su sitio vacío, aunque no sé ni por qué me preocupo por ella.

—Eh... —La sombra que se alza sobre mi mesa me hace pensar que es Laura, pero no, se trata de Marta—. ¿Puedo hablar?

—¿Qué quieres? —le respondo con sequedad.

—Terminé el trabajo de Historia, incluso lo mejoré. Estuve todo el fin de semana...

—Al grano, Marta —la interrumpo.

—No quiero entregarlo sin que lo veas. Lo mejor sería que lo revisáramos juntas una última vez. Y... —Marta frota la mesa con el dedo índice. Es evidente que trama algo, sobre todo por el tono sumiso que emplea—. Bueno, de paso podríamos hablar y... hacer las paces.

—Eres increíble. Entrega el trabajo y olvídate de mí. Tienes cinco segundos para desaparecer de mi vista o te ridiculizaré delante de toda la clase. No creo que una doble cara como tú quiera que la expongan públicamente. Ah, y no tengo un buen día, así que lo haré con más gusto aún. Te quedan dos segundos.

—Joder, ¿por qué eres tan radical?

—Uno...

Marta resopla al adoptar una expresión de enojo, pero da media vuelta y se larga. Como suponía, le importa más guardar su imagen que sacrificarse para disculparse conmigo. No obstante, caigo en que ella está bien y que Aiko no debió hacerle una visita traumática. En cambio, sospecho que Aiko sea la causa de que Laura no esté aquí hoy.

La hermana de mi exnovio [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora