Quizás te habían dicho que es un abogado novato, pero no es verdad. Es el diablo en persona: ruso, millonario, codiciado, peligroso y sin escrúpulos. Así se describe Cassian Rostov, un abogado de la mafia. Las leyes del abogado perderán su rigidez c...
No hay más riesgos en nuestras vidas. Mi esposa y mis hijas siempre estarán a salvo porque yo mataré por ellas. Creen haber visto lo peor de Cassian Rostov, pero aún no han visto nada. Mi mujer descansaba en el jardín con mis hijas en brazos; me le acerqué por detrás y la besé.
—Señora Rostov.
—Mi señor.
—Somos felices, vida. No hay más peligro.
—Bueno, ahora tendrás que lidiar con tus hijas, que son hermosas y tendrán sus pretendientes.
—No habrá tal cosa. Mis hijas son mías.
—Y de los hombres de los cuales se enamoren algún día.
—Los mataré.
—No, no lo harás.
—Seré muy celoso, vida. Eso lo verán mis hijas.
—Eso lo sé, señor mío.
—Te amo, pequeña —la besé—. Te amaré toda una vida.
—Mío para toda la eternidad, señor Rostov.
Cinco años después...
Mavie
En estos cinco años que han pasado, mi vida ha sido única. Mis hijas han crecido hermosamente, ambas iguales. A veces no sé quién es quién. Sacaron los rasgos de su padre: ojos grises, piel blanca y cabello negro. Y de mí, nada. Solamente puse el vientre. Después, mis hijas son iguales a Cassian. Mi mejor amiga, Laury, tiene un hermoso niño. Vive feliz con mi padre en Londres. Tony, quién lo iba a pensar de él, también tiene un pequeño niño de cuatro años. Un moreno, muy bello. Cassian está celoso conmigo y con las niñas. Es un tóxico de lo peor.
Mi esposo no estaba en casa hoy; venía de su viaje. Estaba en Reino Unido defendiendo a un criminal. No quiso dejarnos solas, pero tuvo que partir. Es mejor tener aliados que enemigos.
Como todas las mañanas, revisaba el cuarto de las pequeñas cuando no las encontré. Me alarmé bastante. Me recordó aquella vez, cuando tenían dos años, y las hallé en la jaula de los leopardos. Tuve tanto miedo. Pero Furia e Ira no les hicieron nada a mis hijas. Al contrario, las cuidan. Me dirigí al sótano y ahí las vi, jugando con los leopardos.
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Ellas jugaban con los leopardos alrededor de Furia, quien las lamía como si fueran sus crías. Tony intentaba sacar a las niñas, pero era imposible; Ira no dejaba que se acercara nadie.
—Tony —dije, y él se giró hacia mí—. Yo me haré cargo.
—Señora, esos animales no dejan a las niñas. Temo que les hagan algo.
—No les harán nada, las cuidan desde que estaban en mi vientre.
—Esos leopardos son peligrosos y esas niñas son la reencarnación del señor Rostov.