Epílogo de Arrepentimiento

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ANA

—Así que ese desquiciado es el ex de Ana y hermano de Laura, y Ana lo había dejado por Laura, pero Laura la dejó para volver con su ex. Encima Flor se folló al ex de Ana y se quedó embarazada de él, y ahora Ana y ella son novias. ¡Joder! ¡Qué fuerte! ¡Qué bien hice en quedarme en el equipo! ¡Esto es cotilleo de primera! —resume Lucy con un asombro desmesurado y bebe un sorbo de chocolate caliente.

Después del altercado de la clínica, la noche nos arropó como una manta gélida. La policía envió a varias chicas a sus casas, siendo Lucy una de ellas por ser menor de edad, pero la muy espabilada se escondió por los alrededores y esperó a que saliéramos del establecimiento sanitario para reunirse con nosotras. A pesar de que la peor parte de la pesadilla había pasado, el dolor y la inquietud perduraron en nuestros rostros. El pobre Víctor tuvo que marcharse con Lena porque los calmantes no le aliviaron el dolor de cabeza, mientras que otras lo hicieron porque la situación vivida las había angustiado demasiado.

Solo unas pocas nos vimos con fuerzas y ganas para ir a un bar a calmar los ánimos y a entrar en calor con un chocolate caliente, además de cuidar de Flor, que se había quedado como un vegetal después de que la sedaran para aliviarle el ataque de ansiedad que padeció. Yo terminé con una tirita en la frente y aún siento que la cabeza me quiere estallar. Laura tampoco se libró de que le sanaran un labio y el carrillo. Las demás corrieron con mejor suerte.

Dayana, Carla, Adriana, Flor, Lucy, Aiko, Laura y yo ocupamos una mesa y casi que compartimos sillas por lo pegadas que nos hemos sentado. Da la sensación de que nos hemos unido de manera inconsciente para respaldarnos anímicamente unas a otras. De no ser por Lucy y su curiosidad por Eric y por las caras que no conoce, creo que el silencio seguiría reinando entre nosotras, ya que, por lo menos yo, no puedo borrar la escena de la clínica de mi mente. No obstante, Adriana habló de más al detallar la historia que nos vincula.

—Tampoco es algo por lo que festejar, y te aclaro que Flor y yo no somos novias. Solo somos amigas —remarco al final para que a Carla, que me mira con recelo, también le quede claro.

—Pues nosotras no teníamos problemas hasta que tú y Laura aparecisteis —escupe Carla, repleta de veneno.

—Venga, Carla, no seas tan idiota —la riñe Dayana.

—Pero es la verdad. No es la primera vez que tenemos líos por algo relacionado con ellas. ¿Ya te olvidaste de lo que pasó con Sandra? —A Carla le ha dado por remover la mierda, justo lo que necesitamos ahora.

—¿Tenéis más historias así de locas? ¡Soy toda oídos! —exclama Lucy con gran entusiasmo. Maldita niña cotilla.

—No puedes culparlas por las decisiones ajenas, aparte de que estás realizando una asociación de lo más irracional que pueda existir. ¿Te parece oportuno hablar de eso ahora? —Gracias al cielo, Dayana nos acompaña y le cierra el pico en mi lugar.

—Déjala, Dayana. No sé qué coño le pasa a Carla, pero que diga lo que quiera, que no se lo guarde más. —Juro que, si Carla vuelve a incordiarme, le tiraré el chocolate a la cara.

—Sigo respirando tensión en el ambiente —comenta Lucy, la que luce menos afectada por los acontecimientos recientes—. ¿Sabéis qué otra cosa me impresionó un montón? Esa patada giratoria de la chinita a ras del suelo. ¡Buah! Tumbó al mamonazo de una. Nunca había visto algo así. ¡Zas! ¡Zas! —La muy infantil realiza un par de movimientos con los brazos—. ¡Qué pasada! Ojalá supiera pelear como ella. Y luego dicen que es un estereotipo que todos los chinos sepan kung fu.

Aiko planta su taza en la mesa con una pizca de severidad y suspira.

—Es un estereotipo. No todos los orientales saben artes marciales. Yo aprendí por necesidad, y me gusta, pero no me gusta usar la violencia. Si me defiendo, es porque ya no tengo otra alternativa. Y otra cosa. Si me permites nutrir tu cultura, no soy china, soy japonesa, y me llamo Aiko, por si lo has olvidado. —Sella sus palabras con una amable sonrisa acorde a su tono educado.

—No te ofendas, es que yo no os diferencio. Pero vamos, a lo que voy es que eso que haces es increíble.

—Gracias. Lamento no haber intervenido antes para frenar a Eric. No pensé que llegaría a esos extremos y todo ocurrió muy rápido —alega Aiko con cierta pena y bebe un trago de chocolate.

—No es tu culpa, Ai. —Laura, cuya expresión de entristecida la posee desde que salimos de la clínica, le acaricia la mejilla—. Yo apenas pude pararlo. Mi hermano ha cambiado, pero no es una persona violenta. No es por defenderlo, ya que no apruebo lo que hizo, pero sé que estaba sufriendo y seguramente se había drogado para afrontar la realidad.

—Desde luego, estaba hasta las trancas —señala Lucy—. No había nadie que lo parara, parecía el puto Hulk. Bueno, nadie hasta que la chin... Hasta que Aiko hizo algo al respecto. Deberíais denunciarlo.

—Estaba incontenible. Ya os aseguro yo que estaba bien colocado —enfatiza Dayana, con la mirada perdida en el infinito como si reviviera la escena en su mente.

—Y yo me pregunto cómo coño se enteró de que estábamos ahí. —Comparto mi inquietud.

—Eso... —Aiko toma la palabra—. Sintiéndolo mucho, es culpa mía —confiesa, desconcertándome por completo.

—¿A qué vino esa imbecilidad de tu parte? —le recrimino con dureza, ya que dudo de sus intenciones.

—No tengo justificación. Yo mantengo una relación cordial con él, sobre todo porque es el hermano de mi amor, y, dado que somos compañeros de clase, surgió el tema del embarazo mientras hablábamos —narra Aiko con una absorbente aura melancólica—. He de admitir que sentí pena cuando me contó que estaba arrepentido de haber rechazado a su hijo y de haber sido un idiota con Flor. Creía que él quería verla para disculparse y para apoyar su decisión de forma civilizada, no como un animal salvaje. Lo siento, soy la culpable de todo. —Agacha la cabeza.

—Pues te luciste... —le restriego con enojo.

—Ana, no seas dura con ella —protesta Laura, lo cual no me sorprende—. Tenía la mejor intención del mundo. Yo también habría deseado que mi hermano se comportara de otra manera. Mi Ai no tiene la culpa de que él reaccionara como un salvaje. Mi amor, no es tu culpa. —Para rematar, la abraza y la besuquea con suavidad—. Y por favor, os ruego que no denunciéis a mi hermano.

—Uf... —resoplo y reflexiono al respecto, puesto que, después de todo, he sido un reflejo de Carla—. Vale, es verdad, ella no tiene la culpa de que Eric fuera un estúpido, pero debió omitir el dato de la clínica. Eric no tenía ningún derecho a reclamarle nada a Flor. Solo fue a empeorar las cosas, y mira, voy a pensar seriamente lo de no denunciarlo por agresión. Por si lo olvidaste, casi me arranca el cuero cabelludo. Puto loco. ¿De repente cambió de idea y se le despertó el espíritu paterno? ¡Venga ya! —me empino mi chocolate.

—Que llore ese mamón —se burla Lucy—. Esa historia tiene el final sentenciado. Es cuestión de tiempo que Flor eche los restos del nonato por el váter y todo habrá acabado. —La crudeza de esta niña provoca que el líquido se me atragante en la garganta.

—¡Madre mía! ¿No te puedes callar un poco? —la regaño hasta con la mirada, que empleo para señalarle a Flor sutilmente y, entonces, todas nos percatamos de que la capitana se había quedado dormida en mitad de la conversación.

—Pobrecita, está totalmente abatida —comenta Adriana con pesar.

—Los sedantes la están ayudando a dormir, algo que no ha podido hacer en estos días —agrego mientras froto su mano con calidez.

—Deberíamos llevarla a su casa, ya ha tenido suficiente por hoy —sugiere Carla.

—Nosotras también deberíamos marcharnos, Moon. El labio se te está inflamando. —Aiko pellizca la barbilla de Laura gentilmente—. Y recuerda que aún no te has recuperado del todo, es mejor que no te expongas al frío de la noche.

—Sí, es hora de irse. Flor necesita descansar como es debido, ha sido un día duro para ella y para todas —concluye Dayana.

—Cierto, aunque me habría gustado pasar un rato más con vosotras... —murmura Lucy con desánimo, como si su viveza se hubiera apagado de un segundo a otro—. Esto... ¿Alguien me invita al chocolate? No tengo dinero. —Fuerza la sonrisa de forma chistosa.

—¡Ay, esta niña! —Dayana niega con la cabeza—. Yo te invito, con la condición de que vayas buscando un buen filtro para esa boquita, mocosa.

—Banda de viejas sensibleras. —Lucy sonríe y aprieta los labios al mirar a Flor.

La hermana de mi exnovio [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora