Tradición - Parte 17

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Tikka Pov:

—Yo aún no lo creo Tikka, se supone que eras de la familia, al igual que Leia— dijo Boris con mucha molestia.

—No podemos evitarlo Boris, no podemos dejar de pelear.

—Claro que pueden, las conozco desde pequeñas, no se como se le ocurrió a Andrews, era un padre bueno.— Dijo seguro.

—¿Un padre bueno?, mi padre no era eso, creo que es momento de contar la verdad sobre lo que paso con Freen.

—¿Sobre el conjuro?— Boris estaba confundido.

—Mi infancia no fue como la de otros niños. No hubo risas, juegos o cuentos antes de dormir. Nuestro hogar, si se le podía llamar así, estaba dominado por la fría presencia de nuestro padre, Andrews Fisher, un hombre cuya obsesión por el poder oscurecía todo a su alrededor. Él no era solo un infernin, era uno de los más poderosos y ambiciosos. Su único deseo era completar un antiguo conjuro que lo haría invencible, y para lograrlo, no dudaba en usar a sus propios hijos como herramientas.

Leia, mi hermana mayor, era la más fuerte. Desde pequeña, se le exigió estar a la altura de los ideales de nuestro padre. Recuerdo cómo la observaba desde la esquina de la sala mientras él la sometía a interminables pruebas de magia oscura. Leia nunca flaqueaba, nunca mostraba miedo. Sabía que si lo hacía, nuestro padre la consideraría débil, y eso era algo que no podía permitirse.

Jacson, por otro lado, era diferente. Aunque compartía la misma sangre, había algo en él que nunca encajó del todo en los planes de nuestro padre. Jacson era astuto, más cerebral que físico, y eso a veces lo ponía en conflicto con las expectativas de Andrews. Aun así, se esforzaba por complacerlo, aunque creo que en el fondo siempre supo que nunca sería suficiente.

Y luego estaba yo, la más joven, la que intentaba entender por qué el amor en nuestra casa no existía, solo el deber y la magia. Mientras otros niños aprendían a leer cuentos, yo aprendía a conjurar hechizos. Mientras otros jugaban al aire libre, nosotros practicábamos duelos de magia en habitaciones oscuras. No había espacio para la debilidad, ni siquiera para los sentimientos. Mi padre nos entrenaba como a soldados, endureciéndonos para un futuro en el que solo los más fuertes sobreviven.

Una vez, cuando tenía unos siete años, intenté mostrarle a mi padre un dibujo que había hecho. Era la primera vez que me atrevía a hacer algo así. Quería que viera que, aunque éramos diferentes, yo aún era su hija y tenía un lado humano. Nunca olvidaré cómo arrugó el papel sin siquiera mirarlo y me dijo que los dibujos eran para los débiles, para aquellos que no tenían la fuerza para dominar el verdadero poder.

Desde ese día, supe que no debía mostrar ninguna debilidad, que debía enterrar cualquier rastro de humanidad que quedara en mí. Leia, Jacson y yo estábamos destinados a cumplir con los ideales de nuestro padre, nos guste o no. Él nos moldeó, nos formó a su imagen y semejanza, pero también nos robó lo que nos hacía humanos.

Ahora, mirando hacia atrás, veo que nuestra infancia no fue más que una preparación para lo que vendría. Un ciclo interminable de pruebas, expectativas, y la constante necesidad de estar a la altura. Todo en nombre del poder, todo para satisfacer la ambición de un hombre que nunca nos vio como sus hijos, sino como extensiones de su voluntad.

Todo en nuestra familia era una estrategia, un juego de ajedrez en el que cada movimiento estaba calculado con precisión. Cuando Freen apareció en la vida de Leia, supimos que era una oportunidad. La familia Sarocha, poderosa y bien conectada, podía ser una aliada valiosa para los Fisher. Por eso, cuando Leia trajo a Freen a casa por primera vez y la presentó como su novia, nuestra familia actuó según el plan.

ELFICA / FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora