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Gracie Hills.

Un mes.

Está nevando en Canadá y está todo completamente blanco, como si alguien hubiera cubierto la ciudad con una manta de nieve fresca durante la noche. Los árboles están cubiertos de una capa fina y brillante, y el suelo cruje suavemente bajo mis pies. Salgo de la casa todavía en pijama, con solo una chaqueta rápida sobre los hombros y las botas de invierno. El aire frío me golpea el rostro, pero no me importa. Todo está tan tranquilo y bonito que no puedo evitar sonreír. Oh mierda, que frío hace. Me agacho para tocar la nieve, sintiendo el frío en mis manos, y me lanzo un poco al aire, viendo cómo cae suavemente de nuevo al suelo.

Estoy tocando la nieve por segunda vez en menos de tres meses, y Quebec, no tiene nada que ver con Nevada y su hotel paranormal. Está todo más vivo, más fresco y el aire está limpio. Algo que me traía paz después de mucho. Adam sale de la cabaña y me persigue con la cámara de su móvil. Parece que le gusta grabarme.

—¿Cómo se siente estar aquí?—me pregunta.

—Bien —respondí, encogiéndome de hombros.

—Dime algo más—pide, arqueando una ceja.

—¿Y qué esperas que te diga?—le vacile.

—¿Qué te gustaría hacer?

—Bueno, la verdad es que me encantaría subirme a un trineo y deslizarme por esas colinas de ahí —dije señalando las laderas cubiertas de nieve que se veían a lo lejos—. Sentía el viento en la cara y la adrenalina mientras bajaba a toda velocidad.

Adam baja la cámara por un momento y sonríe.

—Es un buen plan, pero los chicos están esperando que entremos para hablar sobre un par de cosas importantes—me dijo, mientras me tiraba una bola de nieve. —Date prisa.

—Idiota, deja de grabarme—le pido.

Me vuelve a lanzar una bola de nieve, no logró alcanzar lanzarle una así que me caigo al suelo. Él sigue grabándome, me levanto de enseguida pero no hay rastro de él, está adentro de la casa.

Camino por la nieve y entró en la casa, donde me recibe el calor acogedor de la chimenea. Oliver está agachado, encendiendo el fuego, mientras Darell, concentrado en su portátil, trabaja en algo importante en la encimera. Me asomo para ver qué hace, está enviando documentos y videos al padre de Oliver. No quiero molestarlo, así que me retiró en silencio y me acerco a la nevera, sacó un queso y lo unto en el pan tostado. Mientras que Adam me da un café. Me senté en la otra esquina de la encimera, y justo tenía a Darell al frente, quien me presta atención varias veces mientras hablo con Adam.

—Tengo que conseguir tres trineos—me dice.

—No es necesario.

—Pero si te hace feliz, nosotros lo conseguiremos por ti.

Hago una pequeña mueca con la boca, mientras muerdo el pan tostado. Adam sigue parado a mi lado.

—No tienes que hacer nada—le dije, mientras tragó el trozo que tengo en la boca—Estoy bien, de verdad.

—¿Has dormido bien en los brazos de Darell esta noche?—me pregunta, Adam.

—Si, ¿por qué?

El mira de reojo a Darell y voltea sus ojos hacia mí.

—Tenéis cara exhausta, los dos, ¿habéis estado toda la noche...?—no terminó la frase porque Darell le tiró una almendra.

—Esas cosas no te interesan—le dijo Darell.

Todas las estrellas que nunca tocamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora