71 - La invitación

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ANA

—Sí —afirma Laura, cuya voz tiembla—. Mi hermano está muy mal, Ana. Yo solo quería ayudarlo, pero él... me atacó... Si no me hubiera defendido, creo que... —rememora con dolor—. No quiero pensar en eso.

—¡Me cago en...! —Aprieto su mano con firmeza—. Eric se ha vuelto un puto animal. Lo que te ha hecho no tiene ninguna excusa. Por muy mal que esté, no tenía el derecho de agredirte de esta manera. Te pudo haber hecho un daño irreparable, ¡joder! —Esa marca en el cuello de Laura me aterra al imaginar un final fatídico—. Tienes que denunciarlo, esta vez sí. Eric no puede ir por el mundo sin control y repartiendo violencia sin sufrir las consecuencias. Es mejor pararlo ahora antes de que se desgracie la vida y la de alguien más.

—No lo haré —se opone Laura—. Es mi hermano, mi familia.

—No puedes defender lo indefendible.

—Él necesita otro tipo de ayuda, Ana. Si lo denuncio, me odiará más de lo que ya me odia, y eso solo alimentará su sufrimiento. Cometí el error de actuar como su hermana y pagué las consecuencias. Confío en que otra persona logre lo que yo no pude. La directora McCarthy se ha implicado en la situación, puede que ella sepa manejar a mi hermano con su experiencia.

—Eres tan testadura...

—Mi hermano solía defenderme a toda costa, no le importaba arriesgar su vida por mí, y yo se lo agradecí volviéndolo infeliz por haberme enamorado de ti... —Los ojitos de Laura despiden pura pena al contemplarme y lloran como un angelito arrepentido—. A pesar de todo, yo lo quiero, y no volveré a hacerle daño de ningún tipo.

—Ay, Laurita... —suspiro y, tras escurrirle una lágrima deslizando un dedo por su mejilla, la abrazo para consolarla.

En ese instante, entra el profesor y, dado que miro hacia la puerta del aula, me da la impresión de que la silueta de Aiko se desvanece en el pasillo. ¿Sería real o una alucinación? No importa. Laura está sufriendo y no le negaré mi apoyo.

***

Cuánto dolor trajo un bebé no buscado. Una cadena de sucesos y decisiones siempre deriva en consecuencias, y lo peor es cuando esas consecuencias son nefastas. Pero el pasado no se puede cambiar. Solo queda aprender de los errores y seguir adelante, aunque, al final del día, seguimos siendo humanos y, por mucho que aprendamos de los errores, los sentimientos pueden provocar que nos equivoquemos otra vez.

Laura se ha calmado durante las siguientes dos horas de clase, pero sigue sosteniendo la expresión de bebé tristona. Ahora que va a comenzar el segundo recreo, espero que recupere el ánimo en compañía de Aiko y sus amigas. Sin embargo, una serpiente se arrastra hacia nosotras mientras guardamos nuestro material escolar. Por supuesto, adopto la velocidad de un caracol para ser testigo de la mordedura venenosa de esa víbora.

—¡Laura! Por fin te veo y tengo la oportunidad de hablar contigo —articula la animada Marta, que echa raíces junto a Laura.

—Hola —la saluda Laura con escasa vitalidad.

—Uy, ¡qué desganada! El invierno no te sienta bien, y eso que eres de sangre norteña. Recuerdo que eras propensa a enfermarte en estas fechas cuando éramos niñas. A mí me daba igual que me contagiaras por tal de tenerte cerca. ¡Eras tan mimosa! —El termómetro de la falsedad de Marta sube de temperatura hasta reventar.

—Ya. Sigo resfriada. —La actuación de Laura tampoco se queda atrás al soplarse la nariz, aunque su estado melancólico le facilita la secreción nasal.

—Espero que te mejores de aquí al fin de semana porque... —Marta agita la cejas con emoción—... ¡voy a celebrar mi cumpleaños y estás invitada!

La hermana de mi exnovio [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora