25.Fantasmas del pasado, sombras del presente

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Luken

Recuerdo una y otra vez cómo ese fatídico día mi corazón se rompió en mil pedazos. Asher se había marchado, dejándome con un dolor inmenso que sigue latente en mi alma, incluso a medida que los días pasan. Desde ese momento, he perdido toda capacidad de raciocinio; mi mente permanece nublada, sumergida en los recuerdos con él, intentando convencerme de que hice lo correcto, que tomé la decisión que debía para protegerlo. Pero cada vez que cierro los ojos, no puedo evitar echar en falta ese adiós que nunca llegó; esa simple palabra, tan fácil de pronunciar, que marca una despedida definitiva y que no escuché.

¿Cómo me siento? La respuesta es demasiado obvia. Me siento vacío. Cada día, las cuatro paredes que conforman lo que solía ser mi refugio me aplastan, me ahogan en una soledad que parece inquebrantable. Me imagino, una y otra vez, cruzándome con Asher en el pasillo, recreando en mi mente cómo sería ese encuentro. Tal vez sería incapaz de resistir el impulso de besarlo de nuevo, de sentir la calidez de sus labios y el consuelo que solían ofrecerme. O quizás aprovecharía la oportunidad para decirle cuánto lo siento, para explicarle que todo lo hice para protegerlo, para alejarlo del daño que Yasin podría causarle si decidiera quedarse a mi lado. Pero entonces me asalta la posibilidad de que, incapaz de articular palabra, lo único que podría hacer sería hacerle más daño del que ya le he hecho, aferrándome a él como si de su cercanía dependiera mi propia supervivencia, mi única forma de no sentirme tan solo en este mundo.

La noche en la que Asher se fue, después de esas crueles palabras que le dije, me prometí lo imposible mientras sus palabras seguían resonando en mi mente: "Tal vez habría tenido la oportunidad de alejarme de que este amor me devorara por completo". En el fondo sé que yo también estoy enamorado de él y que su amor hacía tiempo que me había devorado. Pero el peso de su confesión no había hecho más que retorcer mi alma en agonía. Me obligo a encontrar una manera de olvidar estos sentimientos, de sellarlos en el lugar más oscuro de mi interior, donde no puedan escapar ni desgarrarme por dentro. Me digo que debo aislarlos, esconderlos tan profundamente que cuando nos volviéramos a ver —si es que el destino nos permitía encontrarnos de nuevo—, no incitaran a mis demonios a despertar, no permitieran que el caos que Asher desata en mí vuelva a habitar en mi corazón.

Por eso es tan importante que me tome las pastillas. Aunque son pequeñas e insignificantes a simple vista, son lo suficientemente poderosas como para adormecer cualquier atisbo de emoción. Sé que cada pastilla que me trago es un paso más hacia al abismo, un paso más lejos de Asher. Pero con cada dosis, el dolor se atenúa, y la culpa se vuelve un eco distante. Aunque a pesar de tomarlas, ni siquiera podía mirarlo a los ojos sin ver el reflejo de mi propio infierno en ellos, pero sí podía fingir que no me importaba en absoluto, que no lo amaba con una intensidad que ya me había consumido por dentro.

Siempre pensé que el amor más hermoso es el que nace de la inocencia, ese primer gran amor que te hace sentir único, seguro y lleno de paz. El amor que, al tenerlo cerca, hace que nada te falte, que nada malo te suceda; donde el miedo se desvanece y la tristeza no te alcanza. Ese amor que te refugia entre sus brazos en medio de la tormenta, que está siempre presente, como en los cuentos, como en los libros, como algo casi irreal. Un amor que se intensifica en las madrugadas, que se asoma a tu habitación y cuida de tus sueños como un ángel guardián. Eso significa Asher para mí; el primer y gran amor de mi vida, el único capaz de hacerme sentir tan vivo y tan muerto al mismo tiempo.

Los momentos más especiales que he vivido fueron a su lado. Cuando se desvelaba porque estaba enfermo, cuidándome con esa dulzura que solo me mostraba a mí. Los despertares que me regalaba después de una noche de borrachera, cuando el mundo parecía venirse abajo y él estaba allí, con su sonrisa, con su inexistente paciencia. Recuerdo también las veces en las que, preocupado por mí, intentaba hablarme, y yo, bajo la influencia de las pastillas, respondía de malas formas, con una frialdad que no era natural en mí. Pero él nunca lo tomaba en cuenta. Todos esos momentos que siempre compartimos, que nunca me faltaron porque, de algún modo, siempre fueron solo nuestros.

La Habitación Oscura [+18] (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora