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Dos días después, Rachel se sintió lo suficientemente fuerte como para volver al trabajo. Dejó a su padre en buenas manos en el hospital y se dirigió a la casa de los Peters.

—¡Rachel! —gritó Maggie, corriendo hacia ella—. ¡Te extrañé!

Rachel sonrió y abrazó a la niña.

—Yo también te extrañé, Maggie.

Justo entonces, Evan salió de su oficina y se acercó a ellas.

—Rachel, ¿puedo hablar contigo un momento? —preguntó, con expresión seria.

Rachel asintió y siguió a Evan a la cocina, mientras Maggie se quedó jugando con sus muñecas.

—¿Estás bien, de verdad? —preguntó Evan, mirándola con preocupación—. Cuando hablamos por teléfono, parecías... diferente.

Ella suspiró, intentando encontrar las palabras adecuadas.

—Estoy bien, Evan. Solo estaba preocupada por mi padre.

El rubio la miró con escepticismo.

—Rachel, soy tu empleador, pero también me preocupo por ti. Puedes confiar en mí.

Rachel se sintió abrumada por la cercanía de Evan. Su preocupación genuina la hacía sentirse vulnerable, y ella no sabía cómo reaccionar.

—Gracias, Evan —dijo finalmente, intentando sonar tranquila—. Significa mucho para mí que te preocupes por mí.

Evan se acercó un poco más, su mirada intensa.

—Rachel, eres más que solo una empleada para mí —dijo, su voz baja y suave—. Eres una persona importante en la vida de Maggie, y en la mía.

Rachel se sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Qué estaba diciendo Evan?

—¿Qué quieres decir? —preguntó, con su voz apenas audible.

Evan sonrió débilmente.

—Quiero decir que me importas, Rachel. Y quiero asegurarme de que estés bien.

Rachel se sintió perdida en su mirada. ¿Qué sentimientos tenía ella por Evan?

Así estuvo todo el día. Pensando en sus palabras. Pero también, quería aclarar su mente.

Ya estaba en su departamento, dispuesta comer y ver algo en la televisión, pero la interrumpió el sonido de su teléfono. Se fijó quien era y no dudo en responder.

—Hola, Grace —dijo primero—. ¿Cómo estás?

—Estoy muy bien, gracias por preguntar —respondió—. Pero, por tu tono de voz, creo que tú no.

Rachel suspiró y comenzó a jugar con con los botones del control de la TV.

—Estos últimos días, fueron difíciles.

—Rachel... —su voz era suave— ¿Quieres hablar sobre eso? Tal vez, deberíamos tomar aire fresco y despejar un poco la mente... ¿Te parece?

—Sí, creo que... Eso estaría genial.

Tomó su bolso y teléfono. Salió del edificio para encontrarse con su amiga.
Caminaba por el parque, buscándola, hasta que alguien le tocó el hombro. Al instante giró y allí estaba Grace, con una sonrisa en el rostro.

—Amiga... —la abrazó y dió palmadas en su espalda.

La castaña no pudo contenerse y comenzó a llorar.

—Papá... —comenzó a hablar, su voz estaba temblando—. Está muy mal. La enfermedad está avanzando y no sé cómo hacerle frente.

Grace la abrazó aún más fuerte.

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