ᴛʜᴇ sᴇɴᴀᴛᴏʀ

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ᴛʜᴇ sᴇɴᴀᴛᴏʀ
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— ¡Venga, más rápido! ¡Pareces un droide de hojalata con las piernas atascadas! —grité mientras saltaba y giraba en el aire, esquivando el ataque de mi oponente. Cuando aterricé, me volví para burlarme—. ¿Ese es el mejor golpe que tienes? ¡Un Hutt con los ojos vendados lo haría mejor!

La luz violeta de mi sable resplandecía al avanzar, obligando a mi contrincante a retroceder. Aun así, intentó una maniobra inesperada, cortando el aire justo donde había estado un segundo antes. Me lancé al suelo en una voltereta rápida, levantándome con un movimiento fluido.

— ¡Muy lento, abuela!  —exclamé con una sonrisa burlona, agitando el sable láser en el aire. Sabía que lo estaba provocando, pero me divertía demasiado ver su reacción.

Cal, con su anaranjado cabello despeinado y el rostro enrojecido por el esfuerzo, frunció el ceño, pero no se rindió. Volvió a cargar hacia mí. Intentaba ser más rápido, más preciso, pero sus movimientos seguían siendo fáciles de leer para mí. Lo esquivé de nuevo, girando sobre mí misma para esquivar su siguiente golpe. — ¡Sigues haciendo lo mismo!

— ¡Estoy intentándolo, maestra! —gruñó antes de lanzarse hacia adelante, esta vez intentando una finta.

Me sorprendió lo suficiente como para tener que dar un salto atrás, asestó un golpe más veloz y preciso de lo que esperaba. Apenas tuve tiempo de bloquearlo, y el impacto hizo que mi brazo vibrara por el esfuerzo.

— Bueno, eso estuvo mejor —admití, enderezándome mientras retrocedía un paso. Él esbozó una pequeña sonrisa, sintiéndose claramente orgulloso.

— Te lo dije, solo necesito concentrarme un poco.

— No lo dudo, calabaza —respondí, lanzándole una patada que casi lo desequilibra—. Pero si sigues dejándome ver tus movimientos tan fácilmente, el Maestro Windu te encontrará más rápido que a una rata en las tuberías.

— ¡Eso fue hace años! —el rostro de Cal enrojeció y yo largué una carcajada al recordarlo.

Dos años atrás me enteré de que ningún Jedi había querido tomar a Cal como su padawan a pesar de su potencial. Todos estaban demasiado ocupados con la guerra, más preocupados por liderar batallones de clones que por encargarse de un niño problemático. No podía creer que lo ignoraran solo porque no encajaba en sus expectativas. Así que, en lugar de tomar un batallón bajo mi mando, me ofrecí a ser su Maestra.

El Consejo dudó. Después de todo, yo también acababa de convertirme en Dama Jedi y no tenía experiencia como instructora. Pero insistí. Les dije que no soportaba la idea de que alguien con su talento fuera arrojado a un lado solo porque preferían a soldados más dóciles.

Cuando se lo dije a Cal, no me creyó al principio. Me miró con incredulidad, como si no entendiera por qué alguien querría entrenarlo. Hasta que finalmente se adaptó a la idea y ahora lo tenía como un chicle pegado a la suela de mi zapato. Pero al menos él no me intentaba coquetear cada dos segundos… al igual que cierta personita que conocía.

Pero ser Maestra no era para nada fácil, y con Cal, la dificultad se multiplicaba más que con el resto de padawans.

A veces me sentía como una madre lidiando con un niño hiperactivo, siempre corriendo detrás de él (animándole a seguir con sus travesuras hasta que el Consejo me pillaba y tenía que actuar como si lo estuviera castigando) y alimentándome con la mayor cantidad de paciencia posible cuando las cosas no salían bien por sus ansias. Había días en los que realmente sentía la tentación de agarrarlo por la trenza de padawan y lanzarlo como una jabalina, solo para ver si eso lo calmaba un poco.

𝗦𝗛𝗔𝗠𝗘𝗟𝗘𝗦𝗦, anakin skywalker Donde viven las historias. Descúbrelo ahora