Capítulo 9

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25 de octubre

—Eh… claro, suena bien —respondió, aunque su mente seguía rondando las dudas sobre cómo Norman había hecho su tarea tan bien.
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Norman frunció el ceño mientras le ofrecía el casco.

Sabía que algo estaba mal, aunque Sherman no lo dijera. Lo sabía. Aceleró la motocicleta, el rugido del motor llenando el silencio que se extendía entre ambos mientras recorrían las calles hacia el departamento de Sherman.

Una vez estacionaron a las afueras de la casa de Norman, Norman no pudo evitar notar que Sherman se movía con una lentitud inusual.

—Oye, ¿te parece si vamos al pueblo? —preguntó Norman, tratando de cambiar el ambiente tenso—. Hoy es la representación de los juicios de Salem, y además es el último debate para elegir al alcalde de Halloween. Puede ser divertido.

Sherman, sin embargo, sacudió la cabeza mientras caminaba hacia la puerta de su departamento.

—No, gracias. No tengo muchas ganas.

Norman lo siguió, manteniendo su preocupación bajo control. —¿Seguro? Digo, podrías distraerte un poco, ¿no?

—Estoy bien —contestó Sherman, aunque su tono revelaba lo contrario.

Norman se quedó de pie en la sala mientras Sherman se dirigía a su habitación. Sabía que el pelirrojo no estaba "bien".
De repente, una suave corriente de aire se movió en la habitación, y el espíritu de la abuela de Norman apareció frente a él, con una expresión seria.

—¿Qué hiciste ahora? —preguntó, flotando despreocupadamente—

Norman suspiró, metiendo las manos en los bolsillos.

—Es Sherman. Me dice que está bien, pero sé que no lo está. No tengo idea de cómo ayudarlo.

Su abuela soltó una pequeña risa burlona. —Ay, Norman, Hombres tenías que ser. Pero bueno, no te preocupes, cariño. Vamos a ver qué podemos hacer con ese joven.

Norman la miró con curiosidad. —¿Qué propones?

La abuela levantó un dedo, adoptando una postura pensativa. —Escucha bien, esto es lo que tienes que hacer. Primero, sé atento, pero no insoportable. A los embarazados les encanta que los cuiden, pero odian sentirse vigilados. Así que hazle sentir que estás ahí, pero dale su espacio.

Norman asintió, sacando una libreta de su mochila y empezando a anotar lo que su abuela le decía.

—Segundo —continuó la abuela—, complácelo. Lo que sea que quiera comer, si tiene antojos, cómpraselo. Si lo ves con los ojos fijos en algo, pregúntale si se le antoja, y si dice que no, igual cómpraselo.

Norman esbozó una sonrisa mientras anotaba con rapidez. —¿Algo más?

—Por último, y esto es crucial —dijo la abuela, bajando la voz como si estuviera revelando un secreto—, hazlo reír. No hay mejor cura para el malestar emocional que una buena risa. Así que haz el ridículo si es necesario, pero hazlo reír.

Norman la miró con gratitud. —Gracias, abuela.

—Buena suerte, muchacho —respondió ella con una sonrisa antes de desvanecerse lentamente.

Con renovada determinación, Norman se dirigió hacia la habitación de Sherman, donde lo encontró recostado en la cama, mirando su teléfono con expresión ausente. Tomó aire y se acercó a la cama.

—¿Te puedo ayudar en algo? —preguntó Norman con un tono ligero.

Sherman lo miró, confuso. —Estoy bien, Norman.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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