8. ¿Quiénes son las bestias?

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"La dignidad humana comienza por reafirmarse a sí misma sólo en el punto en el que el hombre es diferenciable de la bestia por la piedad que sienta hacia ésta."

-Richard Wagner



Un mes después...

El sol daba de lleno en su rostro, por lo que Aisa no pudo reprimir su incomodidad y girando sobre sí misma, colocó sus manos en la tierra y se obligó a sentar. Faltaba poco, le decían los hermanos continuamente y ella se convencía de que cada vez era más lejano. Ya ni siquiera preguntaba en qué lugar estaban, solo tenía claro que una vez llegaran al mar, solo habría que cruzarlo y entonces estarían en América. Su lógica la invitaba a ser paciente, pero su corazón le decía que entre más tiempo estuvieran en el viejo continente, más tiempo tendría su tribu, y todas las demás de Aquam Giants, de hallarla. No quería morir, rendirse ya no era una opción, y aunque fuera difícil de creer, empezaba a desear más tiempo con Jared y Theo. Sabía que los necesitaba, pero algo dentro de ella le decía que ellos también la necesitaban a ella.

Abrió los ojos, que permanecían cerrados, a pesar de ya estar sentada, y sonrió al encontrarse con los familiares rostros de los chicos, que ahora estaban concentrados en recoger las cosas. Seguirían su camino y ella estaba encantada de alejarse aún más de su destino. Por más que deseara ayudar a Gea, aún no se convencía de que su muerte valiera la redención.

—Buenos días —saludó, peinando su cabello y se empujó hasta estar de pie.

—Buenos días, florcita —Se burló Theo, quien la había llamado de esa manera al descubrir que ella recogía pétalos en el camino y los ponía en un extraño líquido que luego usaba para bañarse, en las pocas ocasiones que podían tener acceso a algún riachuelo, no terriblemente contaminado.

—No sé por qué siento que ese nombre me pone en desventaja —bufó la castaña, cuyo cabello parecía rojizo por los rayos del sol—. ¿Por qué no puedes ser como Jared y simplemente llamarme por mí nombre?

—Solo no he encontrado un apodo adecuado, Aisa —bromeó Jared, atando su bolsa y poniéndola en su hombro.

Aún era extraño para la chica que el mayor de los hermanos jugara con ella, pero supo disimular su incomodidad y recogió su bolsa de dormir, atándola a un costado de sus cosas. Ella, a diferencia de ellos, no había sacado nada más la noche anterior.

Estaba lista para trepar sus cosas en su espalda, cuando obtuvo la mirada reprobatoria de sus amigos. Sí, ya podía llamarlos por ese nombre.

—¿No pensarán seguir con eso, cierto? —cuestionó con incredulidad.

Y es que hacía un par de semanas el pie de la chica se había encontrado con un agujero en el camino y con un tobillo hinchado no podía dar más de dos pasos sin acabar en el suelo. Situación que le valió mucho tiempo en la espalda de Jared y que su bolso se sumara a la carga de Theo.

—Estoy bien, chicos, ya ni siquiera estoy hinchada —dijo, tomando sus cosas y colocándoselas encima.

—No nos obligues a cargarte —reprendió Jared, volviendo a su pose mandona, pero esta vez Theo le secundó.

No podía ser posible.

—Podría considerar que están siendo machistas en este momento y les aseguro que soy partidaria de la castración por desigualdad de género —dijo Aisa, dando dos pasos atrás al sentir que en cualquier momento los chicos le saltarían.

Y tuvo razón, un paso suyo, significo otro de Jared y Theo. Volvió su vista a los lados y maldijo por estar rodeada de tierra. Malditos elementalistas y sus convenientes paisajes.

Tierra de gigantes [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora