Capítulo cincuenta y cinco.

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Capítulo 55: Tres días de incertidumbre

El viaje al laboratorio original comenzó temprano en la mañana. Badgey, Torcher y Soldier se prepararon con lo poco que tenían: un mapa dibujado a mano, un lanzallamas, algunas armas improvisadas, y la determinación de llegar al corazón de la tragedia.

Primer día: El inicio del desafío

El primer día transcurrió relativamente tranquilo, pero no exento de tensión. Torcher lideraba el grupo, con Soldier siempre a su lado, trazando el camino en el mapa. Badgey, con los hombros encorvados, cargaba una pequeña mochila llena de herramientas y cuadernos.

—¿Crees que realmente encontremos algo útil allí? —preguntó Soldier mientras ajustaba la correa de su mochila.

Badgey, sin apartar la mirada del camino, respondió:

—Si Mr. P realmente mezcló algo con el experimento, es nuestra única esperanza. No puedo dejarlo a la suerte.

A medida que avanzaban, los sonidos lejanos de gruñidos y pasos arrastrándose los mantenían en constante alerta. Torcher mantenía una mano firme sobre su lanzallamas, su mirada escaneando el horizonte en busca de cualquier movimiento.

Al caer la noche, encontraron una casa abandonada en la que refugiarse. Torcher se encargó de asegurar las puertas y ventanas, mientras Soldier encendía una pequeña linterna para revisar el mapa. Badgey, por su parte, anotaba sus pensamientos en su cuaderno, susurrando fórmulas y posibles teorías.

—Si seguimos a este ritmo, llegaremos en tres días —dijo Soldier, aunque su voz tenía un tono de duda.

Torcher asintió.

—Pero no sabemos qué tan complicado se pondrá el camino.

Segundo día: La emboscada

La verdadera pesadilla comenzó al segundo día. Apenas habían avanzado unas horas cuando se encontraron con una calle bloqueada por vehículos volcados. Torcher alzó una mano para detener al grupo.

—Esto no me gusta —dijo en voz baja.

Badgey miró a su alrededor, nervioso. Soldier, con su habitual optimismo, intentó aligerar el ambiente.

—Tal vez podamos pasar por un lado. No parece tan complicado.

Pero en cuanto comenzaron a avanzar, el sonido de gruñidos se hizo cada vez más fuerte. Desde detrás de los autos y en las esquinas de los edificios, los infectados comenzaron a aparecer, moviéndose hacia ellos con una velocidad aterradora.

—¡Retrocedan! —gritó Torcher, encendiendo su lanzallamas.

El fuego iluminó la escena mientras Torcher despejaba el camino. Soldier y Badgey corrían detrás de él, intentando evitar cualquier contacto con los infectados.

—¡Por aquí! —gritó Soldier, señalando una calle lateral.

El grupo logró escapar de la emboscada, pero no sin consecuencias. Badgey tropezó y cayó, golpeándose la rodilla. Aunque no estaba gravemente herido, el dolor lo hacía moverse más lento. Torcher lo ayudó a levantarse, pero no pudo evitar gruñir con impaciencia.

—Tenemos que ser más rápidos —dijo, su voz cargada de frustración.

Finalmente, encontraron un edificio abandonado donde pasar la noche. Badgey se recostó contra una pared, jadeando.

—Esto... fue más difícil de lo que esperaba.

Torcher, mientras revisaba su lanzallamas, respondió:

—Y probablemente empeore.

Tercer día: Al límite

Para el tercer día, todos estaban exhaustos. Las noches sin descanso y el constante peligro comenzaban a cobrar factura. Soldier se mantenía en pie gracias a su fuerza de voluntad, pero incluso él mostraba señales de agotamiento. Badgey, por su parte, apenas podía caminar.

—Estamos cerca —dijo Soldier, tratando de animar al grupo mientras señalaba el mapa—. Solo un par de kilómetros más.

Pero esos últimos kilómetros fueron los más difíciles. El número de infectados aumentaba a medida que se acercaban a la base, y los caminos estaban cada vez más bloqueados. Torcher tuvo que usar su lanzallamas más de una vez para abrirse paso, y el olor a carne quemada llenaba el aire.

Finalmente, al caer la tarde, alcanzaron una colina desde donde podían ver la base en la distancia. La escena era desoladora: los edificios estaban parcialmente destruidos, y el humo todavía se alzaba en algunos puntos.

—Ahí está —murmuró Badgey, con un tono que mezclaba alivio y terror.

—Queda lo más difícil —dijo Torcher, con los ojos fijos en la base—. Entrar y salir vivos.

El grupo se quedó en silencio, observando el lugar donde todo había comenzado. Sabían que el verdadero desafío estaba por venir, pero también sabían que no tenían otra opción. Con un último suspiro, comenzaron a descender hacia la base, con la esperanza de encontrar las respuestas que tanto buscaban.





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