Capítulo 10 - Desesperada

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◆ALLIE◆


Mis labios se separan ligeramente y el aire entra de golpe a mi sistema, haciéndome parpadear y soltar un jadeo bajo.

—¿Allie? —oigo la voz de Ryan llamándome, por lo que volteo a verlo. Él ha dejado a Grace en el asiento trasero de la pickup y está mirándome con el ceño fruncido, preocupado—. ¿Te encuentras bien? —me pregunta, a lo que yo niego con la cabeza, agachando la mirada un breve momento para ver el cono de helado, que antes comía, desparramado en el suelo.

Intento hablar, pero mi voz no sale de mi garganta. Mis ojos, inevitablemente, corren nuevamente a encontrarse con Matthew Adams. Él sigue mirándome fijamente, parece aturdido con la boca un poco abierta. Cuando mi mirada se cruza con la suya, él finalmente la aparta.

—Espera un segundo —consigo decirle a Ryan, quien sigue preguntándome qué es lo que está mal.

Él no parece contento con mi respuesta, sin embargo detiene la verborrea y esto ayuda a que mis pensamientos se organicen un poco. Me doy cuenta de que estoy temblando cuando intento dar un paso hacia la calle, para alcanzar a Adams. Él me mira a los ojos por unos segundos más y luego desaparece por completo cuando el bus se detiene frente a él. Me sostengo, apoyando una mano en el cofre de la pickup de Ryan, y veo a través de las ventanillas del bus como Matthew sube y se acomoda en uno de los primeros asientos. Él no vuelve a mirar hacia aquí, por lo que un minuto después el autobús comienza a traquetear, alejándose de nosotros.

Mierda.

Siento a Ryan sujetarme por los hombros y girarme hacia él, su mano me acaricia un lado del rostro y yo parpadeo.

—¿Alexis? —me mira muy seriamente—. ¿Ese de allí era...?

Asiento.

—Matthew Adams. Joder, ¡era Adams! —chillo en voz baja, consciente de que Grace se encuentra pendiente de todos mis movimientos desde la camioneta—. Él... Dios, él no puede mencionar esto en casa. Si... Si mi padre...

Contengo la respiración nuevamente y niego con la cabeza. Ryan me rodea entre sus fuertes brazos de forma protectora y besa mi frente.

—Él no puede hacer nada si quieres convivir con Grace y Elena —murmura, dándome unas palmaditas en la espalda para reconfortarme—. Tal vez es hora de que Isaiah comprenda que se ha equivocado. Y, sea como sea, Lena es su hija y Grace su nieta.

—Tengo que ir a casa —murmuro, luchando con las lágrimas que pugnan por correr libres por mis mejillas—. ¿Puedes...? —miro hacia Grace, quien a su vez está mirándome con sus cejas enarcadas mientras se muerde las uñas de una mano—. ¿Pueden ir por Lena sin mí?

Ryan me estudia por un largo minuto, como dudando, pero al final suspira, pasándose una mano por el cabello, y asiente.

—Me haré cargo —me asegura, a lo que yo asiento también.

Sorteo a Ryan en mi camino y me dirijo a la pequeña demonio de Tasmania. Ella se quita el cinturón de seguridad con cuidado de no tirar su helado, sin embargo resulta algo imposible. Alguien tendrá que lavar la camioneta de Ryan de nuevo. Grace se hinca en el asiento, apoyando los codos en el espacio de la ventanilla y sacando parte de su cuerpo al exterior.

—Oye, Tas —trato de sonar alegre mientras le revuelvo sus risos color cobrizos y ella se queja—. Tengo, um, una cosa que hacer de repente. Irás con Ryan a buscar a mamá, ¿vale?

Ella hace un puchero con los labios.

—Tía Al...

Le doy un toquecito en la nariz con mi dedo índice y me inclino a besar su frente.

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