Heredero

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Había sido un sueño plácido y dulce.

De esos que la luz matutina difumina poco a poco, haciéndolo salir del sopor de manera lenta, tranquila, como si flotara en agua tibia y perfumada.

Aegon no había dormido tan bien desde hacía mucho tiempo y sonrió con satisfacción al sentir la presencia de Jacaerys a su lado, que también dormía profundamente y mantenía los brazos alrededor del cuerpo del omega, como en un abrazo protector que había echado en falta durante la guerra.

Lejos de ser motivo de escrutinio, Aegon descubrió que las quemaduras y cicatrices que marcaban el cuerpo de su esposo le daban una solemnidad nueva, el porte digno de un héroe que regresa de una peligrosa hazaña victorioso a pesar del peligro. Aún si Jacaerys seguía preguntando a Orwyle por remedios para bajar el color rojizo o disminuir la textura irregular, Aegon disfrutaba enormemente de tocarlo, sentirlo... Especialmente en la intimidad.

Cómo había extrañado follar.

Al inicio eran las heridas las que se lo impedían. Jacaerys duró meses en cama, recuperándose poco a poco. Luego, las inseguridades que aquejaban al alfa hacían que retrocediera cuando los besos se prolongaban demasiado o que buscara distraer a Aegon con temas sin importancia... Pero resultó que el regreso de Aemond y que su sobrina resultara ser un niño sano de sangre real fue el verdadero detonante para que las barreras que se habían erigido en su cama finalmente se derrumbaran.

Aegon se recostó de lado, pegando el oído al pecho de su esposo. Se sentía tan feliz... Sin la tensión de esas reuniones con el Consejo Privado, sin la incertidumbre de su futuro... Podía dedicarse a simplemente disfrutar su matrimonio. Quería embarazarse de nuevo y no veía la hora de mudarse por fin a Rocadragón, su hogar, el lugar donde sus pequeñas crecerían libres del veneno en la corte y las presiones a las que las sometería la corona.

Se sobresaltó un poco al sentir que Jacaerys le acariciaba el cabello y después levantó la cabeza para verlo. Sonrió inevitablemente y dejó un beso en la comisura de los labios del alfa, ahí donde las cicatrices terminaban.

— ¿Qué tal si pedimos que nos traigan el desayuno? — preguntó con suavidad —. Junto a la ventana... Que traigan a las niñas y pasamos unas horas aquí.

—Probablemente los miembros del Consejo quieran anunciar de forma oficial el nombramiento de Aemond y Lucerys — respondió el alfa, ahogando un bostezo. Parecía todavía bastante soñoliento, con los rizos caoba desordenados enmarcando su cara —. Habrá que planear la coronación, hablar con el septo- — Aegon lo interrumpió con un beso, negando después con la cabeza.

—Eso ya no te concierne — murmuró —. Lo único por lo que deberías preocuparte es concertar el barco que nos llevará a casa — continuó y luego volvió a sonreírle con picardía, justo como la noche anterior —. Eso y... aprovechar las fértiles caderas de tu esposo.

— ¿Fértiles caderas? — Jacaerys alzó una ceja y su tono era incrédulo pero divertido.

—Así es. O eso dicen — Aegon se encogió de hombros y de nuevo se recostó sobre sus almohadones de plumas con un suspiro — ¿O ya tiene suficiente con dos, Alteza Real?

Jacaerys se rió pero luego se incorporó en la cama para poder ponerse sobre Aegon y así acorralarlo, aunque el omega no hizo intento alguno por liberarse o alejarse de su esposo, sino que había una sonrisita juguetona en sus labios. El alfa se acercó para besarlo unos segundos y después solo lo miró a los ojos.

—De ti nunca tengo suficiente — murmuró antes de volver a atacar a Aegon con besos y un abrazo que le arrancaba risitas al omega.

Por fin se había levantado de sus hombros el peso de la presión. No había más expectativas. Lucerys había deseado la corona desde un inicio y Aegon habría sido feliz de entregársela sin miramientos. La corte era cruel y desdeñosa, la capital estaba llena de bullicio y problemas. Rocadragón sería un paraíso para ellos.

𝗧𝗲𝗻𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻 • 𝗟𝗨𝗖𝗘𝗠𝗢𝗡𝗗 • [TERMINADA]Where stories live. Discover now