3:35 pm {Brenner}

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Debí imaginarme que el solecito Branwell era una persona muy afortunada. La cara aterrizó en la palma de mi mano y los ojos de hombre de la moneda me miraban. Como si dijera: Debiste haberlo pensado mejor.

— ¡Sí! —exclamó Amy con una gran sonrisa en su rostro—. Es hora de las preguntas.

—Bien —quise decir en tono cansado, pero salió más bien en un tono enojado—. ¿Con que quieres empezar?

—Tu claustrofobia —dijo—. Es decir, yo te conté de cuniculifobia...

Ese era el nombre técnico de la fobia a los conejos. Por suerte sabía lo que significaba o si no hubiera quedado como un total estúpido frente a ella. ¿Por qué demonios me preocupaba que verme como un total estúpido frente a ella?

No era un tema del que me gustara mucho hablar. Es decir, era una de las cosas más personales sobre mi vida. Ni siquiera le había contado eso a Cathy. Y prácticamente ella era mi mejor amiga (si lo pensaba en voz alta sonaba tan deprimente. Una niña de seis-casi siete-años era mi mejor amiga).

Una vez quiso que me metiera con Jessica y ella a una cabina fotográfica y tuvieron que llamar a los paramédicos para que no me diera un ataque. Desde ese momento Cathy entendió que no debía estar en espacios cerrados.

De alguna manera tuve suerte de que Amy quedara atrapada conmigo. Era una buena distracción.

Aunque pensándolo bien... ella me había soportado. Me había ayudado a tranquilizarme, me había hablado a montones para que no pensara en las paredes cerrándose en torno a mí.

Lo menos que le debía era una explicación.

—Bien... fue durante la secundaria —empecé recordando todo—. Fue después de lo de Elena y Wyatt. Él era popular. Yo era el raro. Dos especies totalmente distintas.

—Es estúpido clasificar a la gente así—murmuró Amy un poco molesta.

Ignoré eso y proseguí.

—Fue durante nuestro último año de secundaria, una semana antes de graduarnos, en la última hora era gimnasia y generalmente esperaba a que los demás terminaran de bañarse en las regaderas y yo iba de último. No había visto a nadie, dejé mi ropa a un lado y me fui a bañar tranquilo.

—Oh no...

—Oh sí —dije recordando esa imagen tan definida y vívida—. Salí de las duchas y los chicos "populares" me agarraron de los brazos y me metieron en uno de los casilleros, lo cerraron con candado y se llevaron toda mi ropa.

— ¡Son unos malditos hijos de puta!—parecía incluso más enojada que cuando Graham, Artie y Gabriel hablaban mal de mí—. ¿Cuánto tiempo pasaste encerrado?

—Casi dos días.

Los ojos de Amy se abrieron como platos y vi como el color rojo subía a su rostro. Estaba furiosa, de eso no había duda.

— ¡¿Qué pasó con tus padres?! ¡¿No se preocuparon por qué no aparecías?!

La respuesta era más que sencilla.

—Se suponía que iría a un pequeño viaje a Miami con Ryan y Jessica para ayudar a planear su boda, pero al final yo mismo había cancelado porque tenía que terminar un proyecto final... no les había avisado que no iría y creyeron que estaba con mi hermano mayor.

—Y Ryan creyó que estabas en casa.

Asentí.

—En esa época Lizzie ni se interesaba en mí, así que con ella no podía contar... el conserje me encontró muriéndome de frío, hambriento y solo con mi toalla.

— ¿Qué pasó con el maldito de Wyatt?

—Nada... nunca le conté a mis padres o a alguien más lo que pasó y bueno, desde ese momento me aterra cualquier tipo de espacio cerrado.

Amy no dijo nada. Seguro debía pensar que era un enclenque por no decirle a nadie sobre eso. Enclenque. Lo seguía siendo. Seguía soportando los insultos y burlas de Graham. Seguía teniendo miedo al estúpido elevador de mi propia compañía y seguía hiperventilándome cada vez que se me caía algo debajo de la cama.

—Debes pensar que soy un debilucho miedoso—dije mirando al suelo—. Es totalmente estúpido.

Sentí el calor de Amy y como sus manos volvían a posarse en mis mejillas. Al contrario de lo que creí no me miraba con lástima. Me miraba con ternura. Con amor. Sus ojos se sentían tan cálidos y comprensivos.

—No Brenner, no lo fuiste—dijo con una voz tan dulce—. Eres una de las personas más valientes que conozco.

— ¿Valiente? Ni siquiera me defendí... si lo hubiera hecho...

—Si lo hubieras hecho te habrías rebajado al nivel de esos idiotas—empezó a acariciar mi mejilla con su pulgar—. Eres demasiado bueno para eso.

Quería creer en serio que solo lo hacía para ganarse un aumento. O que era una cazarrecompenzas. Que estaba totalmente interesada en ella misma y en su propio bienestar. Pero no era así.

Lo estaba diciendo de corazón. Total y sinceramente.

—Amy... yo...

—Shh—puso un dedo en mis labios—. No digas nada o arruinarás el momento con tus comentarios "encantadores".

—Espera ¿El momento...?

Amy me besó. 


El ElevadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora