✨Capítulo 3✨

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Rebecca Collins pasó el trapo húmedo por los estantes de la librería y este quedó gris al recoger las motas de polvo. Después se dispuso a ordenar los libros que habían dejado —encima unos de otros— en las mesas de estar. Ese día, por suerte, no había mucha gente mientras realizaba sus tareas de trabajo.

Le gustaba estar ahí, ya que bien podía apartar un tiempo para leer y escribir si es que no había mucha gente a la cual atender. Por otro lado, tenía un compañero de trabajo, Dylan Wang, un chico de diecinueve años que también asistía a la misma universidad, aunque él estudiaba periodismo.

Era simpático, de cabello castaño quebrado y grandes ojos miel, además que tenía una sonrisa muy fresca y que mostraba todo el juego de dientes. No era feo, sin duda, pero tampoco era su tipo. Desde que había comenzado a trabajar en la biblioteca había notado cierto interés de su parte, pero nunca le había correspondido. No era un chico en el que pudiera fijarse como algo más allá de una buena amistad.

—¿Ya leíste el libro que te presté? —preguntó Dylan mientras ella terminaba de ordenar algunos libros en su lugar.

Él estaba sentado en el mostrador mientras leía algunas revistas de ciencia y noticias relevantes. La joven se volvió hacia él y se recargó en la barra.

—Aún no, he tenido bastante trabajo de la universidad. Aunque si bien termine, lo devoraré. —Le dedicó una media sonrisa—. Ya sé que todos los libros que me recomiendas son muy buenos.

—Bueno, cuando lo termines, ¿me puedes decir qué te pareció? Me gustaría conocer tu opinión. —Se pasó una mano por el cuello.

—Sí, claro —dijo ella y se encogió de hombros.

Dylan le ofreció una sonrisa coqueta, se dio cuenta por cómo brillaron sus ojos miel. Últimamente se volvía muy incómodo entablar conversación con él, ya que siempre sacaba a relucir alguna invitación al cine o a un restaurante, lo hacía de manera tan sutil que a veces costaba negarse. Y lo peor era que él le gustaba a su mejor amiga.

—Por cierto, me preguntaba si... —comenzó a decir él con un hilo de voz.

Por suerte, justo en ese instante, una chica morena de rizos preciosos —estaba junto a uno de los estantes— la llamó con la mano. Tenía un libro entre las manos y lucia confundida.

—Espera —interrumpió la conversación y se dirigió hacia la chica.

Vio la expresión de desconcierto de su amigo antes de darle la espalda, pero no se volvió más. La chica morena le dedicó una sonrisa después de haberle explicado su duda con detalles al por mayor.

—Gracias, espero volver a venir pronto. Mi casa queda retirada, pero haré el intento —comentó mientras paseaba su mirada café por los numerosos libros clásicos—. Bueno, hasta luego.

—Claro, ve con cuidado. —La despidió con una sonrisa complaciente.

La morena se retiró de la biblioteca y ella regresó junto a su compañero, que al parecer ya había perdido la intención de invitarla a salir. Tenía la mirada concentrada en lo que sea que estuviera viendo en la pantalla de su celular.

—Becca, esto es raro... Tenía entendido que no soy del agrado de Susana. ¿Le dijiste acaso que me enviara la solicitud de amistad en Facebook? —preguntó él, perplejo.

La joven apretó los labios y evitó sonreír. Susana le había encomendado decirle que él le desagradaba. Con toda probabilidad era una de sus técnicas para que Dylan tomara más interés en ella.

—No, para nada. Pero, de cualquier forma, ¿qué tiene de malo? Tal vez solo quiere conocerte más —sugirió.

Dylan entrecerró los ojos y la miró entre confundido y dubitativo.

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