Epílogo: Recuperando a Gea (parte 2)

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Habían pintado su rostro con los símbolos de cada elemento, las franjas marrones en su frente, representando a tierra; la larga línea blanca en su tabique, que representaba el aire; las rayas azules bajo sus ojos representando al agua, y el círculo rojo carmesí en su mentón, el fuego.

Habían cantando canciones extrañas y danzado alrededor suyo, para luego soplar un cuenco de hojas sobre su cuerpo, uno de arena sobre su cabeza y lavar su cuerpo con agua.

Jared dejó que los Aquam Giants hicieran todo eso, sin oponer resistencia, pero de todas formas, sintiendo que lo que estaba por hacer no tenía ningún sentido para la salvación de Gea. Su único propósito era salvar a Aisa, y si dar su vida en ese ritual era la manera de hacerlo, entonces lo haría, sin importar el hecho de que eso no implicaría la salvación de Gea.

Jared dejó que lo cargaran hasta la hoguera, sin embargo, a pocos pasos de su muerte, una fuerte lluvia cayó.

Los Aquam Giants, que entonces planeaban sacrificarlo, observaron atónitos cómo la hoguera se apagaba frente a sus ojos. Todos los presentes palidecieron ante tal fenómeno, mientras Jared sentía cómo una pequeña esperanza renacía en él. Lo que había sucedido no necesitaba interpretarse. Era Gea, y Gea manifestaba su desaprobación ante lo que los Aquam Giants estaban por hacer.

Después de todo, aunque no sin sentir algo de culpa, los elementalistas se dieron cuenta de que Aisa tenía razón. Un sacrificio no era la manera correcta de salvar a Gea. La manera correcta era mucho más simple, y a la vez mucho más complicada que sacrificar una vida. La única manera de salvar a Gea, era que los elementos aprendieran a vivir unidos, tal cual como lo había logrado la pequeña tribu de Jared, no sin esfuerzo.

En ese entonces, los Aquam Giants se vieron obligados a rendirse ante lo que Gea manifestaba, y dejar libre a Jared. Recordó cómo ellos lo habían soltado, disculpándose de su —por poco fatal— error, y como la figura de Aisa, corriendo hacia él, apareció repentinamente en su visión.

Corría bajo la potente lluvia, luciendo hermosa unida a su elemento.

Ella se lanzó a sus brazos, sollozando. Jared la apegó a él, las lágrimas de Aisa mojaban su pecho, y le derretían el corazón. Pronto comenzó a llorar junto a ella. Lloraba de emoción, de felicidad, porque a pesar de todo, y sin importar lo que pasara luego, podía estar junto a ella una vez más.

Aisa se hizo a un lado, y rápidamente Theo tomó su lugar. Jared abrazó fuertemente a su hermano menor, ambos entre lágrimas, tal como lo habían estado en aquel abrazo frente la casa de Aisa, justo antes de conocerla, cuando Jared vio con horror como su hermano se derrumbaba sobre él.

Finalmente, después de tantos años de guerra, y luego de que los tres estuvieran al filo de la muerte en varias ocasiones, habían logrado superar la prueba final, habían vencido al inminente sacrificio, y estaban listos para lo que viniera después.


El Jared de veinticinco años abrió los ojos, y nuevamente observó la fogata apagada frente a él, sintiendo cómo la lluvia caía sobre su rostro. La lluvia lo había salvado de la muerte. El agua, Aisa.


Cerró los ojos una vez más y se volvió a perder en los recuerdos.


Después de aquel emotivo abrazo, Theo y los Aquam Giants comenzaron a idear qué harían luego. Quedaban pocos habitantes en la Tierra, y era su deber organizarse nuevamente, aunque sin distinción elemental. Estas negociones de Theo, fueron el primer paso para la tribu que crearían años después.

Sin embargo, mientras Theo negociaba, Aisa no se había despegado un segundo de Jared. Él consolaba a Aisa, mientras observaba atentamente cómo su hermano menor se había convertido en un hombre. Hablaba con los Aquam Giants imponiendo una autoridad que él nunca creyó que Theo pudiera llegar a tener mas, sin embargo, el muchacho no podía evitar desviar la vista hacia su hermano y Aisa cada cierto tiempo.

Él amaba a Aisa y Jared lo sabía.

Este último, decidido, tomó el rostro de Aisa entre sus manos y la besó. Un beso eterno que deseó durara toda la vida. Pero no sería así. Se separaron, aún con sus frentes juntas, y Jared dijo las palabras que cambiarían el resto de sus vidas.

—Mi destino era la muerte, Aisa —comenzó, mirándola fijamente a los ojos—. Gea me salvó en el último segundo y es mi deber devolverle el favor. Theo te ama —afirmó, cerrando los ojos—. Tanto o más que yo. Quiero que estés con él, Aisa, y que nunca lo dejes solo. Ayudame a curarlo a él y, entonces juntos, ayúdenme a curar el mundo.

Aisa, dolida y deseando que sus lágrimas se perdieran bajo las huellas de la lluvia que los cubría, pero comprendiendo sus palabras, depositó un dulce beso en su mejilla y se alejó.



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A veces cuando uno sacrifica algo precioso, en realidad no lo está perdiendo. Simplemente se lo está dando a otro.

Mitch Albom


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Tierra de gigantes [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora