Capítulo 54.

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El tiempo paso como suele hacerlo; demasiado lento y desagradable. En vez de acostumbrarme a este cambio demasiado repentino para mí estaba deshaciéndome.

Nuestra resistencia a nuestro mando había crecido, ahora éramos once y nos refugiábamos en una casa abandonada y grande cerca del bosque, llevábamos ahí días, pero no era algo seguro el quedarse ahí. Moría de ganas por llegar a Varsovia, ya no quería robar ni maltratar a nadie solo quería ser una chica diferente, no quería ser brusca ni agresiva solo para conseguir comida. Quería ser amable y sensible lejos del olor, agresividad de los hombres que Vivian conmigo. Las demás mujeres no soportaban que fuera la que diera órdenes, hablaban mal de mí a mis espaldas y decían blasfemias sobre mí y Alaric. Robamos más armas y cuchillos de caza.

— Todos van a trabajar. Sin excepción. — Es lo que decía a todos los que querían unirse a nosotros. Todos los judíos prófugos eran bienvenidos con tal de venir en paz y tratar de cooperar.

Las mujeres se encargaban de buscar comida, ropa y abrigos para el crudo frio, mientras que los hombres se encargaban de proteger a estas. Lo cual para mí no era especialmente de mi gusto. — ¿Por qué las mujeres no pueden usar armas, también? — Dije con altivez.

— Porque para eso están los hombres. Para protegerlas.

— Ellas pueden protegerse solas.

Eran discusiones tan pequeñas y estúpidas que hubieran podido terminar en una disculpa, pero el orgullo no era efímero entre nosotros. Todos peleaban con todos y sinceramente ya estaba hasta cielo de discusiones.

Finalmente con ardo trabajo y poder de convencimiento las mujeres podían usar armas ya. Alaric y yo las enseñamos a usarlas.

Comíamos cosas que nunca pensé en hacerlo, como un perro adulto, por ejemplo, creí que sería nauseabundo y repugnante, pero como ya lo he dicho el hambre es atroz.

Las veces que no teníamos suerte solíamos hasta raspar las orillas de la cazuela con la cuchara, compartir el agua de la misma ánfora sin sentimiento de asco, compartir ropa, cigarrillos y alcohol. El alcohol solía servir para el invierno de diciembre, hacía que los pulmones se calentaran y sentir menos frio.
La preocupación aún estaba presente en mi al saber que si la resistencia se hacía más grande, menos podríamos pasar desapercibidos para los nazis, rogaba a Yahvé para que los nazis aun no supieran nada de nosotros teníamos que movernos todo el tiempo, aun no podíamos estar en paz, aun lloraba por las noches recordando a Ruth lastimándome a mí misma con una navaja, por no haberla cuidado como se debería pero en mi frio corazón sabía que era mejor que se hubiera muerto, no sabía cómo sería la situación si ella estuviera viva.

Y Kurt siempre estaba en mi mente y la resignación no era una opción. Extrañaba a Kurt y lo quería cerca mío, por otro lado le tenía repudió a los hombres, uno trato de violarme y lo logro con mi mejor amiga.

—Tenemos que ir a buscar comida. — Dijo Alaric sacándome de mis pensamientos.

Mis ojos llorosos lo miraron y con un gesto de fastidio en la cara me quede callada. Alaric se colocó el abrigo y me dio una palmada leve en el hombro para reaccionar. —No quiero ir. — Sentencie con la voz quebrada. — Déjame en paz.
— Por favor. — Bufo. — No comiences. — Al tiempo me aventó el abrigo en la cara. Lo quite de mi vista, Alaric tomo mi fusil, el suyo y me jalo del brazo hacia afuera, me entrego el fusil con agresividad, me zafe de el con fastidio y caminamos entre la nieve. El aire congelado golpeo bruscamente mi rostro y congelo la sangre en mis venas haciéndome temblar por todos lados al instante.

—No podías decirle a otra que te acompañara. — Repliqué revoloteando los ojos.

— ¿Cuál es el problema que tienes? Sabes que no hago contacto con las otras mujeres.

La Sombra Del Holocausto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora