Treinta y nueve.

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Días después del mágico momento, ocasionó que ninugno tuviera la valía de hablarse al otro.

Las cosas se volvieron incómodas en seguida de lo ocurrido, empezando desde que Charlotte despertó a casusa del sonido del teléfono de Peter a las cuatro de la madrugada, el susodicho parecía tener un sueño pesado, pues no se inmutó en lo absoluto. La chica también descubrió que el pelinegro babeaba cuando dormía, ya que tenía el rostro de éste cerca de su hombro, el cual se encontraba húmedo de sáliva.

Decidió levantarse y despabilarse, yendo al baño a lavarse la cara. Era una completa dicha haber despertado antes que sus padres, se suponía que Peter Brooks sólo pasaría a su casa un rato, si sus progénitores lo encontraban muy probablemente malinterpretarían las cosas y se verían en grandes problemas.

Cuando regresó a la sala, sacudió el brazo del joven, desadormeciéndolo, provocando que se asustara, y se sentara con la respiración agitada.

— ¿Dónde estoy? —preguntó luego de frotarse los ojos y enfocar su vista. Andaba despistado a causa del sueño y le aturdió darse cuenta que su presencia se ubicaba en un hogar ajeno.

—Peter, estás en mi casa —respondió Charlotte, lo que tranquilizó a su visita, ya que su voz la reconoció al instante— tienes que marcharte ya, tu teléfono sonó hace rato.

El spoileador se apresuró a tomarlo y recién lo desbloqueó maldijo en voz casi inaudible.

—Tengo quince llamadas perdidas de mi mamá... Tres de papá y una de Juliette.—articuló, guárdandolo en el bolsillo de su gris sudadera—  Definitivamente sí me debo de ir. —concordó.

Charlotte asintió como reflejo, le ofreció acompañarlo a la salida y él no puso objeción ante ello.

—Entonces... —susurró Peter sin tener una mínima idea de qué decir. Miró a la castaña en busca de una respuesta, pero ella estaba en el mismo trance interno— Bonito pijama de ositos.

Lottie entrecerró los ojos y se cruzó de brazos, entretanto Brooks se reía al percatarse de la ropa que su amiga traía puesta.

—Adiós a ti también, Peter. —ironizó Charlotte en respuesta. Le regaló una sonrisa, en la cual ocultaba una inmesa diversión por su comentario previo.

El de ojos como el cielo, se despidió moviendo su mano de izquierda a derecha.

Encaminándose hacia su casa, sintió un ardor en el rostro. Los dos besos que tuvo con Charlotte se repetían una y otra vez en su mente, como si de un disco rayado se tratara.

Por otra parte, la fémina cuando dio media vuelta al despedir al spoileador... Se encontró con la figura de su madre.

Sus manos estaban en su cadera y preguntó con recelo:

— ¿Por qué estaba ese chico a estas hora, Charlotte?

La mencionada abrió los ojos como platos y se quedó muda. El asombro le apuñaló, ¿cómo era posible que aquella hubiera estado tan rápido cerca de Lottie? Ni siquiera había escuchado pasos aproximándose.

Ante la mirada interrogante que le seguía dando su progenitora, se forzó a salir de su conmoción. Parpadeó y finalmente dijo:

—Él es Peter.

La señora Alicia, apretó los labios para no permitir que una sonrisa se colara entre ellos.

«No puedo dejarle hacer lo que se le dé en gana sin permiso, aún si ese muchacho me agrada» se recordó.

Miró el suelo de la sala y vio las cobijas tiradas en el suelo.

Alzó una ceja en dirección a su hija.

— ¡No es lo que parece! —se apresuró a replicar.

—Sea o no sea lo que parece, estás castigada, Charlotte. —sentenció y  le tendió la mano— El teléfono.

La castaña suspiró y sin pelear, fue hacia las mantas y lo tomó, para más tarde, entregárselo a su madre.

Y así pasaron los días, ambos jóvenes sin saber del otro.

Charlotte en un principio quiso recuperar de forma clandestina su móvil, sin embargo, todas esas ocasiones que lo intentó, acabaron en un rotundo fracaso. Le carcomían los nervios por no contestarle a Peter luego de lo ocurrido.

Aunque su ansiedad fue en vano, pues de todas maneras, él no le había enviado nada.

Cada vez que abría el chat de Charlotte, le era imposible pensar de forma coherente. La falta de comodidad restringía sus palabras y humor.

Y él tenía la ilusión de que sería Lottie quien le enviara algo, no obstante, su esperanza comenzó a marchitarse.

Lo peor de todo fue cuando la castaña tuvo devuelta su celular, después de una larga charla con sus padres, aclarando detalle a detalle lo que había pasado esa madrugada de navidad —omitiendo, por supuesto la escena de los besos—, ellos le dieron su confianza de nuevo, pero habían advertido que cualquier otra acción así, y ya no habría una nueva oportunidad.

Teniendo el teléfono, le sucedió lo mismo que a Brooks.

Cero mensajes suyos.

Y mil y un dudas jugando en su cabeza.
Le asustaba el hecho de cómo se sentía su amigo: ¿enojado?, ¿triste?, ¿confundido?

Incluso si ambos acordaron dejar los besos, prácticamente, sólo en esa madrugada, temía que las cosas significaran lo contrario.

Sin embargo, sabía que aquel miedo lo tendría que enfrentar tarde o temprano.

El Chico De Los Spoilers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora